La Reunión
-Los estaba esperando- bramo la criatura con una monstruosa voz en la oscuridad, continuo – Es lamentable que un mago de la Orden de Queltis, una hechicera como tú, Kerena la de ojos amarillos, y una poderosa bruja Gorgona, no pudieran contra un insignificante aprendiz de invocador – mirando con desprecio a Silbira.
-¡Una Gorgona cualquiera habría acabado con ese insecto con una sola mirada!- grito rabiosamente, Icaros trato de replicar, pero la criatura en la oscuridad encendió sus ojos en un fuego intenso que lo aterrorizo antes de decir palabra alguna.
- Tuvieron la oportunidad de mostrar que servían para algo y fallaron de la manera más patética posible – Dando unos pasos adelante que hicieron temblar de miedo a Kerena, Silbira e Icaros.
-Pese a su estúpida actuación, les daré una última oportunidad para mostrar que sirven para algo, y en esto se encuentra la gracia, pues si fallan dondequiera que estén, morirán.
-Pero señor, necesitamos más poder, si fuéramos mas fuertes te serviríamos mejor, así podríamos asesinar al invocador y a sus amigos sin dificultad alguna, pero… -dijo Icaros, cuya adicción al poder le daría un papel más importante de lo que jamás había imaginado.
-¡Silencio gusano! Alguien todavía cree que son útiles y envió esto.
Una criatura de armadura blanca, que tenía el cuerpo oscuro como la noche, a la que no se le apreciaba el rostro, enorme, con una forma casi humana, la armadura le cubría casi todo el cuerpo incluso una larga cola que terminaba en un extraño aguijón, imponente sin mediar palabra, se acerco con una mano abierta, en ella un pequeño cojín con dos piedras que manaban un vapor verdoso.
La armadura era hermosa pero era una blancura algo sucia, algo era maligno en esa criatura, al aparecer se ilumino un poco el lugar, dejando ver una sala enorme llena de estatuas, talladas en las columnas y paredes, todas con formas diabólicas, un trono que parecía hecho con criaturas aladas, y en ella sentado el enorme líder al que temían y obedecían sin replicar.
-Tomen una piedra cada uno y colóquensela en alguna parte de su vestimenta, con ellas su poder aumentara como nunca lo imaginaron, pero tengan cuidado de que no sean destruidas, si llegara a ocurrir, ustedes perderían la mitad del poder que hoy ustedes poseen. Silbira, tu ya tienes una en tu interior, distinta a la de ellos, poco a poco esta actuara haciendo cambios en ti que con el tiempo serán evidentes, tu te quedaras aquí…
Diciendo esto la criatura se levanto la luz que emanaba la otra criatura permitió que se apreciara, unas alas enormes y negras como de dragón, se extendieron, cuatro brazos, una armadura con rostros esqueléticos, lo cubría, en una de sus manos sostenía un látigo que despedía un haz amarillento. Como casco usaba el cráneo de un dragón que le cubría el rostro.
Uno de sus lacayos, Asulo, ingreso a la sala, y haciendo una reverenciase acerco diciendo:
-Amo Buzul, traigo noticias del general Orlando – La criatura de blanca armadura extendió unas oscuras alas como de águila, mirando a Buzul, el cual le devolvió la mirada de una manera extraña, era como si el mismo le tuviera temor, la criatura inclino la cabeza a un costado, a lo que Buzul inclino la cabeza, en señal de sumisión, luego desapareció en una luz que ilumino totalmente el lugar.
-La reunión ha llegado a su fin, Icaros y Kerena tienen un nuevo objetivo, Asulo, lleva a Silbira a sus nuevos aposentos, estará por un tiempo con nosotros.
Icaros y Kerena agitaron sus manos haciendo movimientos circulares, y desaparecieron.
Buzul “El asesino de dragones”, tendría una reunión con el mismo general Orlando, a quien servía.
Buzul era un hibrido, una aberración científica de los Sirros, una mezcla de humano alterado, con demonio, y alguna otra clase de criatura, dio como resultado este maligno ser.
Algo grande se avecinaba, eso se podía sentir.
Tala abrió los ojos, era de día, al menos eso podía ver por la ventana, de la habitación donde se encontraba. ¿Cuánto tiempo habría dormido? ¿Dónde estaba? Lo último que recordaba era la pelea con el mago y las brujas, el paladín y unos elfos, mas nada podía recordar.
Había perdido a dos de sus revividos, y lo sentía mucho, estos habían hablado de muchas cosas con él, narrándole sus memorias de los tiempos en los que fueron seres humanos con vida, la vida que tenían y la gente que amaban, hasta que murieron.
Tala sabia que al menos ya podían por fin descansar en paz, en eso pensaba, cuando la vieja puerta de madera se abrió.
-Buenos días amigo, como se siente- dijo un anciano.
-Bien, pero ¿Cuánto tiempo he estado aquí? – pregunto Tala.
-Déjeme ver, dos días – Dijo el anciano con una sonrisa en el rostro.
-¡Tanto tiempo! No puedo creerlo, pero como…
-Al parecer quedo agotado por la batalla.
-¿Quién es usted? – pregunto Tala todavía sorprendido por haber estado en cama dos días, y que un poblador lo atendiera sabiendo que era un invocador.
-Con tanta charla olvide presentarme, mi nombre es Raldo, vivo en esta pequeña comunidad.
-¿Dónde estamos?- pregunto Tala, mientras se levantaba de la cama.
- Estas en Gardas, un pequeño lugar, pocos vivimos aquí pero somos muy valientes, además este lugar es el escogido por los…
-Raldo, raldo, estabas a punto de decir algo que no debes – interrumpió un paladín recostado en la entrada de la habitación, con la charla no se dieron cuenta que él había entrado, el anciano sonrió avergonzado, y salió de la habitación.
Esa voz era familiar, era el paladín que lo ayudo, con los elfos, lo salvaron de la muerte en manos de Icaros y sus compañeras.
-Entonces ya que estas bien, iré directamente al grano, tengo unas preguntas que hacerte y me gustaría que me respondas solo con la verdad – dijo Hugov, con una voz apacible pero con la mirada bastante seria.
-Claro- respondió con seguridad Tala.
-Bien ¿Qué hacías por esas tierras? No sabías que era una zona frecuentada por los magos de la Orden de Queltis.
- Mi maestro me envió en misión de reconocimiento, se que estaba enojado conmigo, por algunas preguntas que hice, pero ya entiendo que fue una trampa, me quería muerto.
-¿Qué clase de preguntas, enojaron a tu maestro como para que te envíe a ser asesinado?
-Solo cuestione mi propósito en la vida, quienes fueron mis padres, por que destruir el mundo donde vivo, si mi propósito es destruir, que pasara cuando ya no haya más que destruir, y otras dudas- dijo llevando sus manos al rostro, el pesar y las preguntas siempre daban vueltas en su cabeza, ese pensamiento individual era el que le había acarreado tanto padecimiento.
-Suficiente, ya entendí todo, ahora ya puedo confiar en ti, una última cosa, ¿podrías alcanzarme mi martillo?- Hugov había dejado su martillo en la cama, al lado de Tala.
-Claro – tala levanto el martillo con ambas manos se levanto y se lo entrego, preguntando – ¿cuál es la última cosa?
-Bueno la última cosa ya me la respondiste, si hubieras tenido alguna mala intención, si me estabas ocultando la verdad, o tuvieras algo maligno, al contacto con mi martillo te habrías quemado las manos solo al contacto, te habría eliminado de inmediato, disculparas pero dada las circunstancias actuales, no se puede confiar así de fácil, tenía que estar seguro, ahora levántate vamos – dijo el paladín, ya saliendo de la habitación.
Tala tenía más preguntas pero por alguna razón no las hizo, bajaron las escaleras y en el primer piso había una enorme mesa, servida como para muchas personas.
Cuando se sentaron, la puerta de la entrada se abrió e ingresaron algunos encapuchados, unos se sentaron a la mesa y otros se quedaron en la entrada mirando a Tala, con desconfianza. Había algunos mas sentados cerca de la chimenea. Tala sintió un viento frio en su espalda y al voltear no vio a nadie, luego de no ver nada lo sintió nuevamente y al voltear, una asesina, hermosa, de cabello dorado lo miraba fijamente a los ojos.
Los últimos en entrar fueron Snoram y Lossen, los que no dejaban de bromear entre ellos.
Recién había caído la noche, y ahora la mayoría sentado a la mesa hablaban de cosas que Tala no entendía, dos asientos seguían vacios.
Uno de los presentes tomo una taza y la golpeo dos veces en la mesa, todos quedaron en silencio y comenzó a hablar.
-Aguardaremos solo un poco más, solo dos personas faltan aquí, pero todos venimos con el mismo fin, si alguno tiene dudas sobre esta reunión, es mejor que…
- Si alguno tiene algo que decir dígalo ahora - dijo un encapuchado sentado al pie de la mesa.
Tala no entendía por qué lo dejaban participar de aquella reunión, como si fuera uno más, acaso se habrían olvidado de que era un invocador, alguien entrenado para acabar con las personas que estaban precisamente en ese lugar.
Pero aunque reacios al principio, luego ya parecían confiados y seguros con el allí, como si confiaran en el, era tan extraño.
En ese momento llamaron a la puerta con tres golpes secos, luego tres golpes más, y la puerta se abrió, dos personas con túnicas largas. Un viento extraño entro por la ventana, y alerto a la asesina que se hallaba cerca de la chimenea, no se había equivocado pues un asesino de traje azul se hizo visible ante todos.
-Muy bien Silbira, aquí tienes un lugar perfecto para entrenar tus nuevas habilidades – dijo Buzul sonriendo burlonamente.
-¿Nuevas habilidades? – pregunto ella sorprendida, en ese momento un agudo dolor en el estomago, la tiro al suelo.
Buzul no dejaba de sonreír como disfrutando el dolor de la Gorgona, Las serpientes en su cabeza iban creciendo y alargándose, la piel tersa de su rostro y manos, se fueron volviendo escamosas, extendiéndose de manera desagradable, un brazo creció tanto que no podía ni levantarlo, presa del dolor se retorcía en el suelo.
-¿Qué me ocurreee? Lloraba de dolor.
- Es el efecto de la piedra que te di hace unos días, estas a punto de transformarte en algo más fuerte y temible, solo déjate llevar por el dolor, que pronto estarás completa – dijo el maligno Buzul sonriendo todavía.
Mientras tanto, Icaros y Kerena aparecían en la escuela de magos de la orden de Queltis.
La escuela blanca era un hermoso palacio de altas torres cada una adornada con balcones circulares, y los techos eran puntiagudos. En cada torre flameaba la bandera de color rojo intenso de la orden. En total eran siete torres, cada una más grande que la otra, en la más alta una piedra roja actuaba como protección, emitiendo un tipo de campo de protección mágica, que solo podía ser traspasada por un mago de la orden.
En este lugar, entrenaban los nuevos aprendices, con sus maestros, y los miembros más honorables de la orden.
Los portones rojos con letras rúnicas, aseguraban cada corredor, las inscripciones en las paredes y cada grafico o cuadro tenían el sello rojo de la orden.
Los grandes maestros de la orden usaban túnicas rojas, los maestros túnicas blancas con bordes en color rojo y dorado.
Solo un real mago de la orden podía ingresar, es decir que solo Icaros podría hacerlo, sabiendo esto Icaros y Kerena se unieron mágicamente, como si fueran uno solo, así, el mago y la hechicera siendo un solo cuerpo podían pasar libremente, una vez pasado el campo de fuerza solo tendrían que transportarse a la gran sala de archivos, tarea fácil de no ser por los centinelas, si solo uno daba aviso, los sistemas de defensa se activarían haciendo imposible que logren su objetivo.
Icaros transporto a Kerena al lugar correcto, pero algo había cambiado, la cámara por seguridad solía cambiar de lugar.
Ese era el lugar donde estaban antes, ahora dos magos guardianes sorprendidos por ver a un estudiante y una extraña llega hasta ese sector restringido, se alistaron a atacar.
Uno de ellos levanto una mano y dibujando un cuadrado en el aire creó una pared, mientras el otro, lanzaba bolas de fuego de sus manos. Icaros y Kerena sorprendidos, recibieron el impacto volando por los aires, envueltos por las llamas, y rodando en el suelo.
Al ver los cuerpos intactos, los guardias juntaron sus manos como si fuera un rezo, y unas esferas de fuego aprisionaron a ambos antes de que siquiera se levantaran del suelo.
El aprendiz de mago y la hechicera, atónitos de no estar hechos ceniza reconocieron su nuevo poder, y ahora con más seguridad se aprestaron a contraatacar, los ojos amarillos de Kerena lanzaron unos rayos que atravesaron la esfera que la aprisionaba, pero impactaron con la pared mágica que uno de los guardias había creado, tal fue la intensidad de la descarga que la pared se hizo pedazos, de no ser por los escudos que portaban los guardianes habrían sido desintegrados.
Icaros junto sus manos y las fue separando lentamente, la esfera se fue abriendo poco a poco hasta romperse, mirando maliciosamente a Kerena, levanto un dedo y una luz se concentro en este, una delgado rayo salió dirigido a uno de los guardianes, que trato de protegerse con su escudo, pero el rayo atravesó el escudo como si fuera papel, atravesando al guardián e impactando en una pared, matándolo instantáneamente.
Kerena desapareció de la esfera y apareció a espaldas del otro guardián, al que fulmino de una descarga de rayos. Una pared se desvaneció dejando ver las puertas a la cámara de archivos, Icaros la abrió, ahora todos los archivos estaban a su disposición, el ya saboreaba con avidez la sensación de poder.
En la cabaña, los encapuchados habían comenzado a presentarse.
-Mi nombre es Neshak, hijo de Thorak señor y guardia mayor de la ciudad de Oderon.
-Yo soy Dacia, hija de la reina Danara, señora de las medusas de la cola de hierro.
- Soy Hepyoc, asesino de clase viento.
-Hugov, paladín, de la Orden de la columna dorada.
-Bivika, asesina de clase viento
Y así se fueron presentando uno a uno, todos héroes de distantes tierras, razas y clases, todos se había reunido por petición de una sola persona, la reina Kaia-ra, sus arpías habían reunido a los mas bravos héroes de la región, invitándolos a unirse.
Todos venimos de tierras distantes, La reina de la coalición femenina, unos pocos no somos de esta región, venimos de un continente lejano, pero nos atrae la idea de unir fuerzas, Kaia-ra, encontró la forma de atacar y destruir la fortaleza Descarna de Basti – Dijo Hugov con mucha seguridad y continuo –Si lo logramos, sería la primera vez que una fortaleza de control caiga bajo nuestras manos, animando a otros a unirse a la causa, y podríamos hacer lo mismo con las fortalezas de otros lugares.
-Seria honrar a los héroes de la primera gran rebelión – dijo Snoram.
¡Increíble creí que era mentira! Todos estos encantamientos que solo se comentaban, pero nunca nos enseñaron, el encantamiento del “Dragón esmeralda”, el encantamiento de la “Piedra viva de Ezuldor”
-“Los halos mortales de Bai-prass”- la gran bruja dejo su legado aquí también, es increíble tenemos que tenerlos todos, todos- dijo Kerena alegremente.
-¡Icaros, que haces aquí! – Dijo enojado uno de los maestros mayores de la orden, que llegaba rodeado por magos guardianes. Eran cuatro guardianes, cada guardián estaba entrenado mayormente en magia ofensiva, los escudos que llevaban tenían el sello de la orden, los intrusos estaban acorralados, pero a pesar de la desventaja, no parecían tener intenciones de evitar la pelea.
Haciendo una reverencia en son de burla, Icaros se inclino, sonriendo:
-Bienvenidos sean todos a este gran duelo de magia, hoy veremos quién es el gran maestro en realidad, y en exclusiva, una muestra de mi enorme poder- Dijo sarcásticamente.
Los ojos de Kerena brillaron, en color amarillo, Icaros levanto las manos recitando palabras mágicas, temblando por el enorme poder que estaba utilizando su cabello se ondeaba con fuerza, “Tar- Nadaj -Feris-Incendius-Magnus”.
La sala entera se lleno de un fuego intenso que parecía consumir todo el lugar o al menos eso parecía, el mago maestro, extendió sus brazos y una energía celeste se expandió por todo el lugar, cubriendo los valiosos archivos, que se salvaron de la ira del mago traidor.
Icaros viendo este gesto, haciendo giros en el aire, hizo que el fuego adoptara la forma de un gran dragón, los guardias hicieron burbujas dentro de las cuales se protegieron, las descargas de magia de los guardias hicieron retroceder a Kerena que lanzaba sus rayos relampagueantes, uno de los guardianes hizo un conjuro, transformándose en piedra, y corriendo a toda velocidad, recibiendo de lleno las descargas eléctricas de la bruja y el fuego de Icaros que parecían no afectarle, los golpeo fuertemente haciéndolos estrellarse contra la pared.
Antes de que el guardia hiciera algo mas, ambos descargaron su poder sobre el guardia estrellándolo contra una pared que se hizo pedazos y cayendo al vacio, los otros guardias sorprendidos fueron fulminados por Kerena que ya se había transportado detrás de ellos.
El mago maestro cogió fuertemente su gran báculo, y levantando la mano derecha, una gran luz roja cubrió el lugar, esta se fue acumulando alrededor de la mano hasta ser un pequeño fulgor en la punta de su dedo, cerrando el puño, y furioso el maestro exclamo enérgicamente - ¡Insolentes pagaran caro lo que han hecho! – Apunto en dirección a los atacantes y lanzo un potente cañonazo que lo hizo retroceder un paso, la descarga golpeo tan fuerte a ambos atacantes que parecía que el lugar entero se caía a pedazos.
Apenas moviéndose, Kerena uso un hechizo y revivió las estatuas de piedra de las columnas, pero la ira del gran maestro estaba desatada. Un solo gesto de desprecio basto para que todas las criaturas de piedra se hicieran añicos, aparecieron más magos en la entrada a la sala, Kerena tomo la mano de Icaros y desaparecieron del lugar.
El anciano maestro contemplaba con sumo pesar los cuerpos de los guardias que habían sido asesinados, luego mirando en todas direcciones, corrió a los estantes buscando algo, con una grave expresión en el rostro, una gruesa gota de sudor bajaba por su frente, algo terrible había sucedido.
-¡Que el cielo nos ampare, se llevaron los Archivos Arcanos!- grito mientras caía de rodillas.
Mientras tanto en la posada de Gardas…
-¡Hugov! – Dijo la asesina- ¿Cuánta gente falta?
-mmm, creo que solo faltan… - Y fue interrumpido por los golpes en la puerta.
-¡Saludos, mis hermanos! – Dijo una voz femenina, acompañada de una Valkiria enorme y una furia de cabello rojo.
-Reina Kaia-ra, al fin llego, entonces solo falta una persona- dijo Hugov.
Una tormenta se desato, la lluvia, los truenos y relámpagos, hacían presagiar un acontecimiento terrible.
Unas horas más tarde, la puerta sonó nuevamente, al abrir una gran figura cubierta por una capucha mojada por la gran lluvia entro y cerró la puerta, al descubrirse, todos saludaron con respeto.
-Bienvenido Olimpuss- Dijo Neshak, y alegre se acerco a saludarlo, dándole una palmada en el hombro, a lo cual una exclamación de dolor llamo la atención.
-¡Hueles a peste!- dijo la asesina, bastante seria.
A lo cual Olimpuss respondió – Salde una cuenta con un viejo amigo, puedo decir que mi maestro ya descansa en paz - Luego conto como había dado muerte al Señor de la peste que hirió mortalmente a su antiguo maestro el centauro Nestor.
- Es el momento de decidir nuestro futuro - dijo el invocador extranjero.
-De nuestras tierras, ya hemos eliminado las huestes malignas hasta su mismo origen, pero destruir una fortaleza Mondorra es algo muchísimo más difícil, viajamos hasta aquí ofreciendo nuestra ayuda a cambio de que ustedes hagan los mismo por nosotros –dijo la asesina.
Unos pasos se oyeron en lo alto, bajando las escaleras un personaje alto, con orejas puntiagudas, descendía, saludo cordialmente a todos.
-Lamento la demora, realmente necesitaba reposar- estaba vendado en gran parte de su cuerpo, algunas todavía con sangre, evidenciaban que se hallaba muy lastimado por alguna pelea.
-Lo esperábamos, soy el general Olimpuss, hijo del gran general Herrero de Thaus.
- Mi nombre es Zellkairi, elfo del Bosque del Susurro, el titulo es lo de menos, llevo años luchando al lado de mis compañeros contra nuestro enemigo común.
-Es de suponer que las Heridas que tiene, son fruto de alguna pelea – dijo Olimpuss receloso viendo las heridas en las manos, ambos eran bastante altos, aunque el elfo era ligeramente más de mas estatura.
- Podria decirse, un gran fracaso de mi parte, y un suceso lamentable, pude sentir en carne propia el terrible poder que el general Croj posee, al parecer corrí con suerte y pude salir con vida…
La mención de ese nombre, congelo la sala por completo, una mezcla de temor y terror, dejaron a todos atónitos, por un par de minutos nadie dijo palabra alguna, pero las expresiones en los rostros de los presentes dejaban claro que ese tal Croj era algo serio.
-¡Pero te has vuelto loco, es que acaso perdiste ya la razón, como se te ocurrió enfrentarte a Croj en persona! – grito fuera de si el invocador extranjero, llamado Rexhen.
-Tranquilo – dijo Zellkairi, solo salí con algunas heridas, no es nada serio, en un par de días la gracia elfica me restaurara la salud por completo, no vinimos a hablar sobre mí, y cada segundo que pasa es tiempo perdido, decidamos de una vez cual será el futuro de nuestra alianza, y el inicio de nuestra primera movida.
Así fue como dio inicio la reunión, aparecieron mapas en la gran mesa, y muchos documentos, por turnos expresaban sus opiniones, propuestas y muchas ideas durante horas.
Así, Lossen, Snoram, Dacia, Neshak, Hepyoc, Kaia, Olimpuss, el sorprendido Tala, con sus nuevos amigos, los héroes forasteros Hugov el paladín, Rexhen el invocador, Bivika la asesina, Cellia y Ariahana sacerdotisas, Lexzed el druida, Ralgor un shaman, y Zellkairi y otros planearon estrategias toda la noche.
Lejos de allí…
-Silbira, esfuérzate – ordeno Buzul.
Un resoplido feroz, se oía por todo el lugar, algo enorme que se arrastraba pesadamente, se movía, el polvo que se levantaba no dejaba ver bien la figura, unos ojos reptilescos amarillentos brillaron en esa estela de polvo.
Icaros y Kerena aparecieron en ese instante, cayendo al suelo, sin sentido, al lado de los cuerpos unos rollos brillaban.
-¡Hahaha! Los archivos arcanos, con esto despertare algunos dragones del pasado, viejos condenados a otra dimensión en castigo por sus intrigas y maldades- decía Buzul mientras reía.
Un esbirro entro y anuncio la llegada del general Orlando, a lo cual el monstruo salió apresurado no sin antes ocultar el rollo de los archivos arcanos.
¿Por qué el general Orlando habría venido personalmente?, ¿acaso sabría algo sobre el complot de los héroes y su pronto ataque a la fortaleza?
El peligro se sentía en el aire, al parecer ambos bandos se preparaban en secreto para una batalla de una magnitud tal, que nunca antes había sido vista.