Libro 10


El mago y el invocador perdido


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Khatach es la escuela negra de los invocadores, la más grande de todas las escuelas de artes mágicas del mal. Es el lugar de donde salen los más odiados enemigos de las razas terrestres y cuna de los más poderosos invocadores, nigromantes y hechiceros que están al servicio del poder que habita en la oscuridad.
Los señores de la peste visitan constantemente la escuela para adquirir nuevos conocimientos sobre sus enemigos y también para recibir instrucciones sobre las ciudades y las razas que deben destruir.
Los invocadores, como los asesinos, tienen un mismo origen: han sido reclutados cuando aún no tenían conciencia alguna de nada, porque son los pobres huérfanos que producen las matanzas cometidas por los fuerza del mal.


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En una de las salas de la gran biblioteca de la orden, Talacasto, un joven invocador, revisaba las estanterías en busca de una respuesta que venía atormentándolo desde hacía tiempo: ¿Por qué debo destruir todo? 
Sus maestros le habían enseñado que todos obedecemos  una orden, destruir todo aquello que no hace lo que ellos quieren, solo son instrumentos y no hay nada mas importante que obedecer sin preguntar, los débiles son prescindibles y estorbos, razón por la cual deben ser exterminados sin misericordia.
Bajo estos preceptos, Talacasto se empeñó en convertirse, como los otros de su grupo, en grandes magos, necros u otras clases de manipuladores de la magia.
Pero un día comenzaron las preguntas que al intentar responderlas comenzó a crear un ambiente de tensión y curiosidad entre sus compañeros.

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La conmoción fue de tal magnitud que otros invocadores adolescentes empezaron a atreverse a cuestionar algunas de las enseñanzas que les impartían sus maestros en las clases. Los maestros comenzaron a dudar respecto a lo que debían hacer.
Esto provocó una reunión entre los jerarcas de la Orden, el Gran maestro fue informado del origen de esta peligrosa situación.
-Me encargare personalmente de este asunto, y determinare si es posible mantener al joven dentro de la orden, o si es mejor eliminar el problema desde la raíz. Ese alumno solo pone en evidencia la incompetencia de ustedes, como  maestros. ¡Tráiganlo ante mi presencia!

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Algunos años atrás, una reunión con el Gran Maestro habría intimidado a Talacasto, pero ahora la curiosidad era más poderosa que todas las posibles sanciones, aunque entre ellas existía la posibilidad de la muerte.
Pero a lo mejor, pensaba Talacasto, el Gran Maestro podía absolver algunas de las preguntas que lo agobiaban.
- Talacasto –le dijo el Gran Maestro- me cuentan que estás insatisfecho con las respuestas que te han dado tus maestros.
-Solo quiero tener las cosas claras, Gran Maestro.
-¿Qué te causa más curiosidad?
-¿Quién soy?, y por que todo debe ser destruido, y ¿si se destruye todo qué quedará, gran maestro?
-Eres el que puedes ser ¿no te han dicho eso? Eres lo que tú lograrás hacer de ti mismo. Tu objetivo es poseer el mayor poder posible. Si no lo logras, entonces no serás, y dejarás de existir frente a otro más poderoso que tú.y sobre tu segunda pregunta…

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-Pero hasta los animales tienen una familia, padres y madres –dijo Talacasto.
-¿Y qué ganan con eso? –respondió el Gran Maestro- Arrastrarse por la tierra, huir espantados del que es más fuerte que ellos. El conocimiento es poder. Ellos son solo seres inferiores, y por eso necesitan siempre de lazos familiares, porque son débiles. En cambio, los seres superiores no necesitan el lastre de los afectos. Tú estás destinado a tener poder y a utilizarlo para que el designio se cumpla: el poder engendra poder y lo protege. Tú serás un gran protector del poder.
-Si el conocimiento es poder ¿por qué no puedo saber de donde vengo, y acaso destruir es mi único propósito?
- Te ayudaré a disipar tus dudas. ¿Estás dispuesto a hacerlo?
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-Si, por supuesto. No temo –respondió Talacasto.
-Tendrás entonces la oportunidad de descubrirlo. Saldrás de la escuela, y te dirigirás a una zona que yo te indicaré. Allí, si eres listo y estás bien entrenado, encontrarás tus respuestas.

Los magos de la orden de Queltis solían enviar a sus alumnos a practicar a algunos lugares apartados. Por eso, Tala, sin saber el riesgo que corría, tomó un pergamino con las instrucciones, que le entregó el mismo Gran Maestro y partió de inmediato, confiado
En el camino, y para sentirse mejor, Talacasto invocó a algunos héroes caídos.
Generalmente, los invocados eran, para los invocadores, objetos desechables, almas que traían al mundo de los vivos para que hicieran tareas puntuales, como luchar por ellos en las batallas.

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Pero Tala invocó a héroes con razonamiento, e hizo algo que jamás debía hacer un invocador: se relacionó con ellos.
Así descubrió que los héroes estaban tristes por no poder descansar en paz
Pero además, ellos le contaron acerca de los tiempos antiguos, en los que existían grandes y bellas ciudades, que estaban distribuidas por todo el mundo.
Ciudades con maravillas tecnológicas y organizaciones llamadas países que tenían presidentes. Le contaron que hubo en ellas vehículos de metal que volaban como aves y que transportaban a cientos de personas.
Tala escuchó las historias de un mundo que había existido antes de que la tierra cambiara y se transformara en Avernia, pero los héroes no sabían explicar bien lo que había sucedido.
También le contaron que extrañaban la vida en familia y el amor de sus hogares.

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-¿Amor? –preguntó Tala.
-El amor -le dijeron- ¿no sabes lo que es el amor? ¿El amor por la familia, los amigos, la tierra que te vio nace?.
-Yo nunca he tenido una familia, no tengo amigos, no sé qué es eso.
Los héroes no tenían forma de explicarle estos sentimientos. Porque los sentimientos son comprendidos únicamente cuando los sentimos.
-Un padre es alguien que puede venir por la noche a arroparte si tienes frío –le dijo un héroe.
-¿Por qué lo hace?
-Porque te protege. Puede dar su vida si estás en peligro, solo para salvarte. Un padre y una madre dan todo de sí para alimentarte y protegerte,
De esto y muchas cosas más hablaba con sus extraños compañeros mientras salían del bosque y llegaban a una pradera extensa de hierba amarillenta.



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Desde donde estaban, vieron unas enormes piedras oscuras agrupadas en un círculo que parecían proteger una mesa de piedra que estaba en el centro.
De repente, una bola de fuego impactó a uno de sus levantados y lo desapareció.
Otra bola de fuego cayó muy cerca y luego fueron muchas bolas más las golpearon la zona donde se hallaba él con sus compañeros.
Quien los atacaba era un aprendiz de mago de la orden del fuego de Queltis, llamado Icaros.
- ¡Espera no vine a pelear! -gritó Tala.
-No me importa. Por acabar contigo tendré una gran recompensa -respondió el mago y lanzó otra bola de fuego que impactó en uno de sus compañeros. Estos seguían sin moverse, solo miraban a Tala, y no atinaban a hacer algo, quizá porque Tala tampoco decidía alguna acción.

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-¡Detente! –gritó Tala pero la respuesta fue más fuego y una de ellas casi impactó en Tala de no ser por que uno de los héroes se interpuso como escudo, y se volvió polvo.
Tala entonces se enfureció y comenzó a mover sus manos y un vapor amarillo envolvió su cuerpo. Un gran escudo apareció delante de él. Pronunció unas palabras inaudibles y sus compañeros se pusieron en formación de ataque.
Las armaduras que llevaban los héroes comenzaron a brillar con el aura amarilla que cubría a Tala.
            
A una señal aparecieron cuatro levantados más. Ahora, Tala tenía siete de clase soldado y tres de clase campeón. Estos últimos se hundieron en la tierra, mientras los soldados se dirigían al frente.
Icaros los vio acercarse y usó una onda de fuego, pero no logró detenerlos.

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Entonces empleó su varita mágica y lanzó un rayo sobre uno de los soldados del cual solo quedó polvo flotando en el aire.
Tala levantó sus manos y su aura cambió a rojo. Se levantaron de la tierra cuatro arqueros que se pusieron dos a cada lado y comenzaron a disparar
Icaros se envolvió en una esfera de fuego para protegerse de las flechas. Solo dos soldados quedaban de pie y ambos golpeaban con sus espadas la esfera en la que Icaros se había envuelto.
Icaros, furioso, levantó sus manos y una gran bola de fuego cayó del cielo sobre ambos soldados volviéndolos cenizas. Usó de nuevo su varita y lanzó un rayo que impactó en el escudo que Tala sin hacer el menor daño.
Tala movió sus manos hacia arriba y el color del vapor que envolvía sus manos se torno verdoso. Unas manos salieron del suelo y cogieron las piernas de Icaros e intentaron jalarlo hacia abajo.

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Pero Icaros usó una onda expansiva de fuego que destruyó a algunas de las manos, y lanzó cuatro bolas de fuego a Tala que interpuso su escudo y resistió uno y dos disparos, pero el tercero desvaneció a su  escudo.
El cuarto disparo tuvo que detenerlo con sus propias manos a las que usó como escudo. Gracias al vapor verdoso de su aura no recibió casi ningún daño.
Las manos seguían jalando a Icaros, pero este se deshizo de ellas con una lluvia de fuego.
Icaros señaló con el dedo a Tala y le dijo:
-Eres un tonto si crees que con tus muertitos vas a vencerme. Ríndete y acepta tu castigo…
-¿Castigo? El único que debe ser castigado aquí eres tú –
No acabó de decir esto cuando una vez más las bolas de fuego comenzaron a caer y eliminaron a sus arqueros.

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Tala bajó las manos y lentamente hizo que el vapor verdoso fuera más intenso, más manos salieron de la tierra pero esta vez no solo atraparon a Icaro sino que salieron los campeones. Icaros había sido sorprendido, y recibió dos golpes directos que lo hicieron volar.
Pero de inmediato se envolvió en su esfera roja y articuló un nuevo poder moviendo las manos en forma de círculos. Dos géiser de fuego explotaron lanzando por los aires a dos de los campeones de Tala.
Tala cerró un puño y lanzó un puñete al aire con todas sus fuerzas, simultáneamente una gran mano de huesos salió de la tierra y golpeó a Icaros.
El joven aprendiz de mago se incorporó maltrecho y contestó el ataque. Un geiser salió de debajo de Tala y lo lanzó muy alto. El impacto lo lastimó. Sus campeones golpearon sus armas contra la tierra y al hacerlo sus armas se pusieron verdes, solo entonces corrieron hacia Icaros.

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Icaros trataba de repelerlos con sus bolas de fuego, pero los campeones usaban sus escudos encantados y bloqueaban sus ataques.
Tala recobró el sentido y vio a sus campeones luchando. Agitó sus manos y las volvió a cubrir con el vapor verdoso, y entonces lanzó un poderoso puñetazo al aire: el enorme puño salió de la tierra y golpeó a Icaros.
Luego concentró todo su poder en una sola mano, la levantó abierta y la cerró como si hubiera atrapado algo en el aire. Al instante, una enorme mano de hueso salió de la tierra y atrapó a Icaros que de inmediato agitó su varita y lanzó un rayo de fuego que se elevó a gran altura desde donde cayó sobre la mano de huesos que lo sujetaba y la destruyó. Icaros quedó libre. Tala sacudía su mano de dolor como si él hubiese recibido aquel rayo.


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-De saber que ibas a jugar al héroe habría venido antes para divertirme -dijo una voz femenina
Icaros retrocedió.
-Lo subestimé demasiado y por eso estoy así, si no, lo habría eliminado hace mucho -dijo Icaros.
-Sí, seguramente -dijo la mujer mientras reía a carcajadas, burlándose. Pero si es un invocador, puede sernos de utilidad, ya sabes, para nuestros experi…
- Cállate siempre hablas de más…
-Jajaja quién habla de más eres tú, jajajaja -respondió la mujer.
-Bueno, ya basta de payasadas, y acabemos con él de una vez -dijo Icaros más seguro
-Está bien, veamos que puedes hacer invocador perdido, jajajaaa.
Los campeones de Tala se pusieron en guardia Tala estaba cansado, pero no se dejaría vencer tan fácilmente. Tala sacó duplicados de sus campeones para así confundir a Icaros y a su amiga.

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-Jajaja, pero qué interesante, duplicados - dijo la mujer.
-Vamos Kerena, déjate de risas y atácalo -dijo Icaros, impaciente.
La hechicera lanzó rayos de su vara que golpearon a todas las copias y las desapareció. Luego atacó con esferas moradas que explotaron sobre los escudos de los campeones. Icaros se sumó al ataque.
Tala volvió a lanzar golpes al aire y atacó a Icaros y a Serena, pero ésta desapareció detrás de él y le asestó un tremendo rayo por la espalda. Ese golpe lo habría acabado, si no hubiese sido por la armadura que Talacasto tenía puesta. Sin embargo, quedó muy mal.
Kerena desapareció y apareció al lado de Icaros,
-¿Este tipo te dio tanto lío? No lo puedo creer, has caído bajo, Icaros, jajaja.
-¡Ya cállate y acabémoslo!
-Sí, apresúrense, que nos essstan esperando -dijo otra voz femenina

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-¡Silbira! Ya estás aquí –dijeron, sorprendidos, Icaros y Kerena- ¿Cuándo llegaste y hace cuánto estás observando?
-Essso no es lo importante, acaben ya, que nosss esperan -dijo maliciosamente la Gorgona que acababa de llegar, que también era hechicera.
Tala pensó que no tenía oportunidad alguna. Icaros era difícil de vencer, con Kerena la cosa se había puesto más difícil. Pero con la llegada de Silbira, parecía imposible una victoria. Así que pensó en huir.
Silbira levantó una gran roca y la lanzó contra Tala, en el mismo momento Kerena e Icaros lanzaron bolas de fuego de extraños colores. Tala cerró los ojos, se estaba entregando, ya no podía hacer nada.
Una gran explosión hizo retumbar a toda la llanura, que ahora lucía terriblemente destruida, y cubierta de humo y fuego,

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Icaros y sus amigas daban todo por concluido. Pero cuando vieron que algo brillaba en el suelo, se alarmaron. El humo se disipó lentamente y entonces pudieron ver un martillo encendido. Tala estaba tan sorprendido como ellos.
Del bosque llegaba con calma un paladín de capa raída, pero de imponente porte. Sus pisadas eran fuertes y se mostraba muy enojado. Se acercó a su martillo y lo recogió.
-¿Te encuentras bien? –le preguntó a Tala.
-Sí, pero ¿por qué?-respondió Talacasto anonadado.
-¿Por qué? Porque observé todo desde el principio, vi como te atacaron por sorpresa y sin razón. Además he prometido proteger a todo aquel que lo necesite. ¡Mago –dijo dirigiéndose a Icaros- por tu actitud, tú, hoy no llegarás a tu casa!, Y ustedes dos, lárguense, si no quieren compartir el mismo final-amenazó el paladín.

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-¡Quién te creess para darnos órdenesss, infeliz humano! -dijo Silbira.
-Sí, quién te crees –repitió Icaros.
Una caravana que salía del bosque vio al invocador y empezaron a lanzarle piedras, pero el paladín golpeó contra el suelo su martillo y un pequeño temblor asustó a la gente de la caravana que huyó lo más rápido que pudo del lugar.
Los tres magos se dispusieron a atacar al paladín. El martillo comenzó a brillar otra vez. Los campeones de Tala flanquearon al paladín. Tala, malherido, también se puso en guardia.
Nuevamente el fuego y los rayos cruzaron el campo. Kerena apareció detrás del paladín y lanzó su rayo por la espalda, pero no lo tocó porque una especie de campo de fuerza envolvió al paladín quién dijo: “ahora es mi turno.”

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Un poderoso golpe de su martillo hizo volar a Kerena por los aires, que tuvo tiempo de interponer un escudo entre el martillo y ella, de lo contrario, el golpe la habría matado.
-¡Ahora ustedes! –gritó el paladín y corrió hacia Icaros y Silbira.
Cuando Icaros creía tener en la mira al paladín y estaba a punto de atacarlo con su varita, pero un disparo se la partió en dos, y a la vez una flecha rompía la varita de Silbira.
Del bosque salieron corriendo dos elfos cazadores, uno era Snoram y el otro era Lossen. Con ellos venía un gran lobo blanco. Pero no eran los únicos. Un enorme lobo negro apareció también detrás de Icaros y, a la distancia, unos personajes con túnicas los observaban: ahora eran Silbira e Icaros los que estaban acorralados y en desventaja.

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-Quietos, Bruma y Eclipse están hambrientos –dijeron a la vez Lossen y Snoram.
-Pero miren lo que terminamos encontrando, y pensar que sólo estábamos de guías, jajaja -dijo Snoram
-¿Algún problema serio con éstos? Hugov –preguntó Lossen, riéndose.
-No pasa nada, je, je -respondió Hugov, el paladín.
-¿Qué ocurre mago? ¿Acaso solo en desventaja favorable puedes pelear?, Ya no te ves tan bravo -se burló Snoram.
-Ustedes no son de aquí forasteros, a qué han venido-dijo Silbira, intrigada
-Ese es un asunto que a ti no te compete, Gorgona traidora.
-¡Queee, cómo te atreves a…!
-Nos atrevemos, Silbira, porque eres la Gorgona que vendió a sus hermanas. Eres famosa en todo Scamar, se conoce tu historia, ya estuvimos allí, todavía te buscan. Es una casualidad que te hayamos encontrado primero nosotros -dijo Hugov.

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-Tenemos asuntos importantes aquí y ustedes no están incluidos en nuestras prioridades -dijo uno de los encapuchados que se hallaba acompañado de una veintena de otros que usaban túnicas similares y a quienes era imposible verles el rostro.
-Acabémoslos de una vez -dijo Snoram
Hugov miró a los demás y éstos asintieron con la cabeza. Entonces se dispuso a golpear con su martillo, pero en ese mismo momento, Kerena apareció al lado de Silbira y de Icaros. Hugov no esperó un segundo más y atacó con furia,  también Lossen y Snoram dispararon sus flechas sobre los magos. Al final, todos estaban seguros de haber acertado.
Pero cuando acabó el ataque, y el humo se desvaneció, el mago y las hechiceras habían desaparecido.

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Tala se recostó sobre el suelo, exhausto. Una mano blanca tomo la suya, y una luz lo cubrió de pies a cabeza, Poco a poco se fue sintiendo mejor de sus heridas hasta que se levantó totalmente recuperado, como si nada le hubiera pasado.
¿Quiénes eran todos ellos y qué venían a hacer aquí? ¿Por qué lo habían ayudado? El gran maestro le había dicho que encontraría la verdad en esos campos. ¿Esto es lo que debía suceder?
Le habían dicho que solo hallaría sed de venganza y resentimiento contra él por ser un invocador, y que si se le ocurría escapar de Khatach nunca encontraría paz, pues no solamente sería perseguido por traidor, sino que sería cazado como un animal por los reyes, paladines y otras razas en guerra.

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Tala miró hacia el horizonte, se sentía reconfortado, seguro, entonces se puso a caminar tranquilo y feliz como nunca antes se había sentido. No estaba más perdido, había encontrado nuevos amigos. Caminaba ahora contento de que sus antiguos compañeros también estaban a salvo. Ahora sentía que estaba en el lado correcto.


En  otro lugar de Avernia, Silbira  Icaros y Kerena respiraban con dificultad. Las heridas y los golpes que habían sufrido los mantenían de un pésimo humor. Se echaban la culpa entre ellos de lo que había sucedido.
De pronto, dejaron de recriminarse porque una figura alta y corpulenta, de negras alas, los calló y les dijo con una voz dura y tenebrosa:
-¡Por fin llegaron, los estaba esperando…