Libro 2





                                               









                                 II. El Centauro



















1.
- No te lo llevarás -dijo el anciano Oswald-. Él está bien aquí, tendrá un futuro diferente y eso es lo más importante.
- Por lo visto no le has hablado de su padre. ¿Cuándo piensas contarle la verdad o piensas ocultársela durante toda su vida? ¿Es  ese futuro en ignorancia sobre su familia el que deseas para Oli? -expresó el centauro.
- Él no terminará sus días como su padre...
- ¡Su padre fue un digno líder! ¡No toleraré que se deshonre su memoria manteniendo en la ignorancia a su propio hijo! Es el más digno humano que he conocido y…
- ¡… Yo fui su padre…! -interrumpió Oswald-. Lo conocí mejor que nadie en este mundo, nadie sabe cuánto me dolió lo que le ocurrió. ¡Era mi hijo! ¡Mi único hijo que llegó a cumplir los 17 años¡ No sabes siquiera qué es eso. ¿Has perdido cuatro hijos? ¿Has visto a una esposa llorar por un hijo y repetir la escena hasta por cuarta vez? Oli es mi único nieto, no me lo arrebates a él también -le increpó con dolor el anciano.
- El muchacho tiene derecho no sólo a saber sobre su padre, sino también a tomar sus propias decisiones.
El centauro dio media vuelta y se fue, dejando al anciano con el pesar de su corazón plasmado en su rostro. Sabía que a pesar de sus deseos, Oli tenía otros planes y él mismo decidiría qué hacer.
- Mi trabajo ya ha terminado, mi muchacho es muy bueno. Tiene un gran corazón y nada más puedo enseñarle ya. Sé que él lo cuidará y sabrá instruirlo de eso estoy seguro, se decía a si mismo Oswald mientras una lagrima bañaba los surcos que le había dejado la vida.

2.
A la mañana siguiente, Oli despertó con una enorme sonrisa. Su abuelo no estaba y tenía muchas preguntas sobre aquel misterioso visitante, y en especial del porqué hablaban de su padre. Su abuelo no solía hablar de él. Lo único que Oli sabía de su padre era -de boca de su abuelo- que fue un gran herrero contratado para hacer las armaduras de un gran señor en tierras lejanas y que durante el largo viaje contrajo una enfermedad y falleció.
Oli salió a caminar. Aún estaba tan pensando en la fantástica aventura y no se daba cuenta que las calles estaban vacías, hasta que se percató del silencio. Corrió en todas direcciones, hasta llegar a la casa de Esiquio. Se encontró con un gran tumulto. Abriéndose paso alcanzó a oír lo que había ocurrido.
Por la mañana, un desconocido malherido había sido encontrado en la entrada del poblado. Fue atendido y cuando recuperó el conocimiento les dijo lo que cerca de allí él y su grupo de soldados se toparon con una guarnición completa de grells, y que tras una violenta lucha fueron derrotados. Sólo él escapó con vida. El soldado también mencionó que un grupo de grells venía en camino. Esa noticia era terrible: eran suficientes para destruir todo el poblado. El pánico se  desató, no quedaba mucho tiempo.

3.
- Tenemos que abandonar el pueblo -dijo Esiquio-. No tenemos otra alternativa. Mujeres, recojan lo necesario, tengan en cuenta que haremos un gran viaje.
Inmediatamente, las mujeres y los ancianos del pueblo se retiraron. Pero los pocos varones sanos y jóvenes del pueblo seguían de pie frente al sabio anciano.
- El asunto aquí es ganar la mayor cantidad de tiempo para que los demás puedan huir. Así es que un grupo tendrá la peligrosa tarea de retrasar a los grells. Necesitamos voluntarios para esta tarea. No podemos negar que muchos no regresarán…
Tantas veces había soñado Oli con aventuras peligrosas, pero este no era uno de esos sueños: era un peligro real. Otra vez se requería de personas valientes, la mano de Oli fue la primera en levantarse. Se sentía muy seguro y por dentro estaba feliz. Estaba decidido, él sí iría...

4.
Era la oportunidad de probar su nueva armadura. Creyendo que su sueño estaba cada vez más cerca, no veía con claridad el terrible problema que había. Era mediodía y tenían que apresurarse en salir. Un grupo de 20 aldeanos tomaron el camino al bosque, con el pesar reflejado en sus rostros, excepto en el de Oli. Era el único con una enorme sonrisa en la cara.
Conforme avanzaban sentían el fuerte viento meciendo los árboles, cuyas ramas susurraban un suave pero triste adiós. Luego de una caminata de horas –que para muchos parecieron días-, llegaron a un punto del bosque en el que parecía que los animales que lo habitaban se hubieran marchado. No se oía el canto de algún ave ni el chirriar de insectos. El viento se volvió tan suave que todo resultaba atemorizante. Ely, Yamel, Siron y otros más estaban muy asustados. Eso no era común, pues el bosque era por lo general muy bullicioso.  Oli no comprendía por qué los demás tenían tanto miedo, y ellos, tal vez, al verle se preguntaban por qué tan sereno y alegre. Todos estaban preocupados con sus temores. De repente, el crujido de una rama anunció la presencia de otro ser cerca de ellos. Se trataba de un grell explorador. Los demás seguramente estarían cerca.

5.
Un grito y un golpe seco hicieron ver la realidad de la situación: todo fue tan sorpresivo que ninguno se defendió. Uno de sus compañeros había sido alcanzado de lleno y cayó. El resto se dispuso para la pelea, esgrimiendo sus armas y lanzándose al ataque. Un solo grell contra tantos no era oponente y fue eliminado casi de inmediato. Decidieron enviar a dos pobladores a investigar más adelante. Retornaron al cabo de media hora atemorizados.
- Son cerca de treinta grells bien armados, debemos huir o nos matarán a todos. No podremos hacer nada, es tiempo de reconocerlo -dijo uno de los más adultos.
- No vinimos a derrotarlos –interrumpió Oli-, sino a ganar tiempo para que los demás huyan y se refugien. Eso es todo lo que tenemos que hacer. Si solo nos limitamos a huir no pasará mucho tiempo para que hallen el camino y encuentren a la caravana. Si eso sucede nuestras familias serán arrasadas. No podemos permitirlo, pensemos en algo que nos sea útil para ganar tiempo…
Aquellas palabras hicieron reaccionar a todos, incluso a Siron que lo observaba con admiración. Alguien sugirió poner trampas y de inmediato comenzaron a reunir los materiales. Era importante que el ánimo de la gente no decayera pese a  la situación adversa.

6.
A poco menos de un kilómetro se encontraba la treintena de grells, en dirección al grupo. Mientras todos estaban colocando las trampas, un estruendo remeció todo: los animales del bosque estaban corriendo hacia el grupo. Por fortuna, pasaron de largo y ninguno cayó en las trampas. Todos pensaron que escapaban de los grells.
Algo no andaba bien. La situación no era para que los animales estuvieran tan asustados. Algo más venía con los grells y era peor. Transcurrieron cerca de tres horas, las trampas estaban listas y todavía faltaba algunas horas para la noche. Los grells tienen la facultad de ver sin problemas en la oscuridad, así es que lo mejor era que todo ocurriera de día.
Había en el ambiente un repulsivo olor que no provenía de los grells. Las trampas empezaron a activarse y muchos grells caen en ellas. Tenían que actuar rápido, tan pronto una bestia caía en una trampa había que matarlo. Los pobladores salían de sus escondites en los arbustos y tras eliminar a sus enemigos se ocultaban otra vez. Tenían el factor sorpresa de su parte. Sin embargo, los demás grells tomaron posiciones defensivas y empezaron los problemas.

7.
El terrible olor se hacía más fuerte mientras se acercaban los demás monstruos. Habían eliminado a diez grells y estaban seguros de los demás no se habían dado cuenta aún de la presencia de los pobladores. Oli pensaba que todo sería fácil. De pronto, los crujidos de las ramas quebrándose llegaban de todas direcciones. Era una emboscada, estaban acorralados. ¿Cómo lo hicieron?, se preguntaban a sí mismos. Estaba demás esconderse: el momento de enfrentar la situación había llegado, tenían que  pelear o morir.
La situación era grave. El nerviosismo los delataba y varios trataron de huir. No eran soldados, eran campesinos. De pronto, se oyó el grito de uno de los pobladores que trató de fugar. Junto a él, otros cayeron en manos de los grells. Los que quedaban se agruparon para pelear. Oli tenía el corazón acelerado. Estaba emocionado pero el temor también lo acompañaba. Tenía su reluciente coraza, su espada, sentía como si él solo pudiera vencerlos a todos. Era la oportunidad para ser el héroe que tanto había soñado...

8.
Lejos de allí, la gente del pueblo ya había iniciado el largo camino, alejándose de sus hogares. Mientras escapaban del peligro vieron a los animales del bosque que huían en la misma dirección que ellos, un hecho sin igual que llamó su atención y les hizo pensar lo mismo que sus amigos en el bosque: algo los aterrorizaba más que los humanos.
Los pobladores empezaban a asustarse, a pesar de los intentos de Esiquio por tratar de calmarlos y convencerlos de  seguir caminando sin mirar hacia atrás, sin importar lo que sucedía allá, lejos de su camino. Era algo muy difícil pues muchos de los hombres que fueron en la misión para ganar tiempo son sus esposos o hijos. El llanto de las mujeres era inevitable, pero la marcha no cesa.

9.
La pelea había comenzado. Los grells se abalanzaron sobre el grupo y con movimientos desesperados de espadas, trinches, mazos, picos y otras armas de campesinos lograron abatir a unos cuantos de manera casual.
Oli se separó del grupo sintiéndose un poco más fuerte que el resto. Se enfrentó, solo, a un grell, mientras los demás se mantenían unidos para tener más oportunidades de sobrevivir. Protegido con su armadura y arma nuevas, se creía más fuerte que el resto y que podría vencer al grell con facilidad. Cuando éste le atacó con su hacha, lo evadió y le aplicó un golpe con su espada que impactó en el brazo del grell. La bestia rugió de dolor y atacó nuevamente a Oli, que no pudo evitar el golpe de puño que le da de lleno en el pecho, haciéndolo volar lejos de allí. Mareado y con una fuerte presión en el pecho, vio cómo se dirigía hacia él la enorme hacha del grell. Todo le parecía ocurrir lentamente. De pronto, un sonido de cascos de caballo otra vez y de un potente manotazo alguien lo lanza lejos de allí. Unos instantes después  veía al grupo de amigos y compañeros peleando una batalla perdida, mientras perdía el conocimiento.

10.
A la distancia, Oswald, su abuelo, una sensación de dolor le invande al creer oír un lamento lejano. Presiente que algo ha salido mal y aunque trata de ocultarlo de los demás, Esiquio nota su mirada de angustia inclina la cabeza con pesar. “Debemos seguir adelante”, exclamó el anciano. Oswald hace un gesto de consentimiento con la cabeza esbozando una sonrisa lastimera. Ya es de noche y pese al cansancio de los mayores y los niños, deben seguir andando para estar a salvo.
Con el pasar de las horas pueden distinguir la luz de unas antorchas en la lejanía. ¿Serían amigas o enemigas? Entonces, los del grupo de avanzada regresaron con una noticia que sobrecogió a todos. Las luces provenían de un campamento Orco. No sabían qué hacer pues desconocían si eran amigables u hostiles. Esiquio decide enviar un grupo de emisarios, ya que como es  la única solución que queda. “Tenemos que intentarlo, no podemos dar la vuelta y regresar. Las mujeres y los niños deben descansar. Debemos llevar una petición de ayuda, vayan y vean si podemos acercarnos en paz”, exclamo.

11.
Oli despertó con una sensación terrible de dolor en el muslo de la pierna derecha. Trató de cogerla pero su brazo no le respondía. ¿Qué sucedía? El dolor se adueñaba de todo su cuerpo. Al tratar de levantarse volvió a caer, y fue en ese momento que notó que la hierba estaba enrojecida de sangre. Su pierna tenía una rama incrustada y su brazo izquierdo un profundo corte. Todo su cuerpo estaba entumecido por los múltiples golpes de la caída. “Debo levantarme y ayudar a los otros”, pensó mientras se esforzaba por levantarse nuevamente. Todo lo veía  borroso y se resistía a perder el conocimiento otra vez. Pensando en sus amigos y los demás valientes pobladores, realizó un enorme esfuerzo y apoyándose en lo que encontraba a su paso, cojeando, se dirigió al lugar donde estaban luchando. Pero sólo se escuchaba al viento suave. No se oía grito ni gruñido, ni siquiera el sonido metálico de las espadas.
El repugnante hedor había desaparecido y sólo reinaba la calma. Una suave brisa provocaba la caída de algunas hojas secas. Oli empezó a llamar desesperadamente a sus amigos. “¡Elyyyyyyyyy! ¡Yameeeeeel! ¡Dónde están!”, gritaba en medio de la extraña soledad. Lloraba amargamente recordando lo que había hecho.
- ¡Por qué me separé de ellos, por qué me adelanté! Si tan sólo me hubiera quedado con ellos… Si hubiera permanecido a su lado estaría con ellos y no aquí… No es justo, no es justo… ¡No es justo!...
Sus gritos desconsolados se envolvieron de cólera, dolor e impotencia. El llanto le hizo olvidar sus heridas, pero finalmente su cuerpo no resistió más y cayó rendido, perdiendo el conocimiento...

12.
En el campamento orco los centinelas veían con recelo al grupo de humanos que acababa de entrar solicitando audiencia con su líder. No es común que ambas razas estén juntas. Los emisarios fueron escoltados por los guardias hasta la tienda del líder que estaba enfermo. Un fornido y enorme orco, de nombre Tabor, jefe de los guardias, salió a recibirlos sin dejar de verlos con desconfianza.
-                     ¿Qué asuntos traen por aquí a una caravana de ancianos, mujeres y niños? ¿Dónde están los demás hombres? -preguntó con tono preocupado.
-                     Somos habitantes de Thaus -dijo uno de los emisarios-. Nos vimos obligados a abandonar nuestro pueblo porque una guarnición de grells estaba cerca. Enviamos a los más fuertes a tratar de ganar tiempo. Ya deben estar muertos. Mi hijo se quedó en ese grupo. Ahora que estamos aquí venimos a pedir su ayuda.
-                     ¡Saben lo que han hecho! -respondió Tabor alterado-. Sus huellas atraerán a esos grells. Si por mí fuera los mandaría lo más lejos posible. Pero ya no tendría sentido, ellos vendrán hasta este campamento. Nuestro gran líder Thorak yace enfermo y su hijo Neshak salió a buscar la medicina hace un par de días. Ahora, por ustedes tendremos que levantar el campamento, con nuestro jefe enfermo y su hijo encontrará un territorio vacío. ¡Prepárense para evacuar el campamento! -gritó con fuerza mientras sonaban los cuernos por todo el lugar.
La caravana ahora se había hecho mucho más grande. Tal vez juntos tendrían más oportunidades de vivir. El grupo se abasteció y descansó hasta el amanecer, luego  todos desarmaron sus tiendas y se alistaron para el gran viaje.

13.
Oli abría y cerraba los ojos de dolor, hambre y pena. Nuevamente creyó oír los cascos de ese caballo no muy lejos, pero sus ojos se cerraron otra vez. Haciendo un esfuerzo pudo ver una imagen borrosa, pero estaba muy débil. Cuando los abrió finalmente, se sentía mejor. Tenía las heridas vendadas y se encontraba dentro de un refugio construido de ramas y hojas. De pronto, el sonido de caballo surgió nuevamente. Por fin Oli pudo reconocerlo. Fue el mismo sonido que escuchó cuando caminaba por el bosque con sus amigos en busca del troll y luego cuando peleó con ese grell y surgió aquel manotazo que lo salvó del hacha. Era el centauro que había visto conversando con su abuelo.
“Mí nombre es Néstor. Bebe esto, te hará sentir mejor”, le dijo mientras le alcanzaba una bebida de olor horrible. Oli obedeció y el centauro se levantó, retrocedió y, desconcertado, pateaba el suelo.
- ¡Lo que hiciste fue realmente tooonto! ¿En qué pensabas? ¿Pensabas? Todo tu grupo fue asesinado cuando se separaron por tratar de salvarte. Tenían una oportunidad si se mantenían juntos, pero tenías que alejarte. ¿Sabes por qué olía tan mal? Porque un señor de la peste venía con esos grells. Fue el que aterrorizó a todos los animales del bosque -dijo mientras se frotaba un ungüento en las costillas.
Oli pudo ver una gran venda en uno de los brazos del centauro. Cuando terminó de beber la poción, pensando en la torpeza que había cometido y reviviendo la intensa sensación de culpabilidad, se quedó dormido.

14.
La gente llevaba casi un día de trayecto. Esiquio y Oswald conversaban seriamente sobre el rumbo que estaban llevando. Tabor guiaba aquella numerosa caravana con rumbo desconocido. Únicamente querían estar lo más alejados posible de los grells. La tristeza de Tari era inmensa. La llevaba en silencio pensando que Oli había muerto. Tabor y otros orcos se sentían preocupados por la salud de su líder, Thorak, quien no mostraba síntomas de mejoría. Tabor sentía que parte de la culpa era de los humanos y empezó a alimentar resentimiento hacia ellos.
Dos orcos exploradores se adelantaron a la caravana para investigar el camino. Ambos avanzaban sigilosamente por el bosque cuando se percataron de una pelea. Ocultos tras un espeso arbusto, observaron un enfrentamiento entre un grupo de asesinos. Era una pelea desigual: dos contra seis. Aparentemente, los primeros huían y los otros estaban tras sus pasos. Una vez rodeados no tuvieron más alternativa que pelear. Era un enfrentamiento terrible y de los dos, uno se quedó intentando defender la fuga de su compañero. Entonces quedó solo ante sus perseguidores. Mató a uno de ellos. Era realmente bueno, un formidable adversario y en cuestión de unos instantes más ya había acabado con otros tres. Los orcos pensaron en ayudar, pero no se animaban a salir de su escondite. No por temor a pelear sino preocupados en la caravana. Si los descubrían era fácil deducir que habría un grupo mayor y que fácilmente llegarían hacia el grupo donde estaban sus mujeres y niños. Decidieron no intervenir y emprendieron el retorno.

15.
Oli abrió los ojos sintiéndose muy mal, además de su propio sentimiento de culpabilidad. El centauro le recordó cuán soberbio había sido cuando se separó de sus amigos. Eso le dolía mucho y echó a llorar amargamente. Néstor lo tenía en sus brazos y caminaba suavemente para evitar que las heridas de Oli se abrieran.
“Pequeño: nunca un valiente guerrero pelea con la soberbia como espada ni el orgullo como escudo. Usa tu corazón como arma y la sensatez como defensa”, le dijo casi con ternura.
Oli se sintió más confortado por el suave tono de las palabras de Néstor y cesó su llanto. “Ya habrá tiempo para aprender y sobre todo para sanar, ahora descansa que el viaje será muy largo”, le dijo el centauro.
Oli sentía mucha familiaridad con Néstor pese a que recién lo conocía, lo más importante ahora era que al fin estaba a salvo. El centauro tenía en mente alcanzar a la caravana de  Esiquio siguiendo las huellas, aunque tendrían que esquivar a los grells. Sabía muy bien que las guarniciones de grells se separaban en patrullas y que cuando hallaban  ante una posible pelea, se reagrupaban. Además, el señor de la peste con el que había peleado estaba con ellos.

16.
Néstor empezó a hacer memoria de su pelea con aquel señor de la peste. Él se dirigía sin rumbo cuando se encontró con la pelea. Viendo a Oli en peligro atinó a darle aquel manotazo para salvarlo. Inmediatamente eliminó al grell, cargó contra otros cuatro más y los mató. Se dirigió hacia el grupo de pobladores que valientemente se defendía con intención de apoyarlos y en el camino cayeron otros tres grells más. Esquivando una lanza eliminó a otra bestia, y en un abrir y cerrar de ojos salvó la vida de dos jóvenes (Yamel y Ely).
Estaba tratando de ayudar a otro joven (Siron), cuando de los arbustos apareció el terrible señor de la peste, que clavó su lanza entre las patas de Néstor, haciéndolo caer. Al incorporarse se defiende de la lanza del terrible ser, y el olor nauseabundo que emana le corta la respiración.
No era la primera vez que luchaba con uno de esa clase y sabía lo que tenía que hacer. La lanza expulsaba un vapor verde de hedor. Una herida provocada por ella era mortal. Desenvainó su cuarta y última espada, y esta vez luchaba con una espada en cada mano contra aquella terrible lanza envenenada. Podía oír los gritos de los combatientes mientras caían, que no podía salvarlos pues él mismo corría un terrible peligro. Néstor impactó en la armadura de la criatura que retrocedió unos pasos, deteniendo por unos instantes la pelea.

17.
- Formidable centauro, ¿sabes quien soy y aún así me enfrentas? Eso es un síntoma de valentía y estupidez. Pero me agrada cruzarme con los de tu clase. Ahora te diré mi nombre, para que pienses en él cuándo agonices: soy Quish…
Simultáneamente, levantó su lanza y realizando movimientos circulares, aquella lanza empezó a emitir vapores verduscos que inundaron todo el lugar. Los gritos de los valientes pobladores se fueron apagando uno a uno y cayeron todos, excepto Néstor, que acababa de comer un hongo que le daba resistencia a aquella peste.
“Ahora estas completamente solo”, le dijo burlonamente mientras se abalanzaba sobre Néstor. Nuevamente las espadas y la lanza chocaban reluciendo chispas al contacto por la fuerza de sus golpes. Aquella lanza que destrozaba árboles al contacto era terrible. Por fin Néstor clavó una de sus espadas en el cuerpo de Quish, pero este con una sonrisa y clavando su lanza en el suelo, lo cogió con sus manos y lo lanzó contra un árbol, con tal fuerza que el cuerpo de Néstor hizo añicos el árbol.

18.
Quish mostraba su mirada dominante y la sonrisa burlona. Néstor sabía que no lo mataría, ya que estaba solo y todavía quedaban algunos grells. El golpe le había roto varias costillas y tenía una herida profunda en el brazo. Al levantarse, un grell intentó golpearlo con su hacha, pero cogiendo una lanza rápidamente la clavó en el pecho de la bestia. Entonces, Néstor se dijo a sí mismo ahora o nunca y cargó contra Quish.
Hábilmente engaño al señor de la peste. Éste se preparó para recibir un golpe de espada de Néstor. Pero hizo otra cosa: se la lanzó y cogiendo una lanza clavada en el piso, rápidamente se la incrusta en el pecho y se lleva el cuerpo de Quish, clavándolo a un árbol.
Era el momento de escapar. Néstor emprendió la carrera a un lugar seguro, mientras Quish seguía riendo burlonamente. Néstor tuvo que dejarlo allí porque a un señor de la peste no se le puede matar con armas comunes. Sólo un arma mágica o encantada podría matarlo, por eso tenia que huir.
El dolor de las costillas rotas no era tan importante como poner a Oli a salvo y llevarlo con su abuelo. Además, los ungüentos que se había aplicado eran muy buenas medicinas para sanar las heridas. Otra vez estaba atardeciendo y el bosque se encontraba calmado.

19.
La enorme caravana se hallaba al otro lado del bosque, en terreno montañoso. Era lo mejor, difícil para sus perseguidores, al menos eso decía Tabor. Las mujeres y ancianos de la caravana de Esiquio no podían caminar al paso impuesto, pero había muchos orcos de avanzada edad que tampoco podían seguir, lo que provocaron quejas y llanto. Esta situación enojó más a Tabor, quien furioso gritó que no se detendrían por unos cuantos.
“Entonces déjame aquí, con ellos, y continua tu camino”, repuso Thorak. Aún enfermo se había levantado al oír el llanto de la gente.
-                     Escúchame bien Tabor, si esa gente no hubiera llegado a avisarnos, los grells habrían matado no sólo a, sino que habrían arrasado con nosotros también. Debemos agradecer que sacrificaron a sus hijos y hombres para ganar tiempo. De otra manera, el suelo estaría teñido con nuestra sangre. Nuestra mayor opción de sobrevivir es permaneciendo juntos, así podrá sobrevivir un número mayor de nuestra gente. Ahora estableceremos un campamento aquí, antes del anochecer y al amanecer reiniciaremos la marcha -dijo el generoso Thorak, mientras tosía fuertemente.
-                      Lo lamento mucho señor, no pensé las cosas como debía…. me disculpo -dijo el acongojado Tabor.
- No te preocupes Tabor. Eres de mi entera confianza porque sabes reconocer cuando te has equivocado y para eso hay que ser muy valiente, amigo mío. ¿Hay noticias de mi hijo?...
- No señor, no sabemos nada. Con la huida no hemos sabido nada. Pero él es muy inteligente. Estoy seguro que hallará las huellas y nos seguirá hasta encontrarnos.
Al día siguiente emprendió el camino hacia Oyeron. En esa ciudad, el rey Bogic, amigo de Thorak, los acogería con gusto. Esiquio aceptó y por fin tenían una esperanza, mientras Oswald y Tari no ocultaban sus penas por Oli. Al poco rato, los exploradores regresaron y contaron que vieron sobre peleando a unos asesinos. Para Tabor no fue un hecho muy importante. Partieron rumbo a su destino...

20.
Cinco días habían pasado desde que Oli vivió aquella pesadilla. Estaba algo mejor: podía caminar y comer por sí mismo, pero aún lo asaltaba el sentimiento de culpa. En todo ese tiempo no se había acordado de su armadura, aquella que con tanto orgullo había paseado. Néstor regresó y al verlo pensativo adivinó  lo que pasaba por su mente.
- Tu armadura quedó rota al igual que tu espada -dijo Néstor. Sabia que eso no le importaba ya. De qué servía una armadura, valía tanto como la vida de sus amigos.
- ¿Sabes quiénes fueron tus padres? -preguntó el centauro, pero Oli no respondía. A la tercera vez que Néstor preguntó, el muchacho respondió con desdén: “Mi padre fue un herrero que murió de una enfermedad mientras viajaba a trabajar y mi madre simplemente lo acompañaba y murió con él… y punto”.
Néstor se levantó muy molesto y cogió a Oli por el mentón fuertemente.
-                     ¡Jamás hables en ese tono sobre tus padres en mi presencia, ¿entiendes?!
Lo soltó y se retiró dando pisadas que dejaban profundas huellas. Oli no entendía porqué un guerrero tan poderoso sentía tanta admiración y respeto hacia un simple herrero y su mujer. “Era sólo un herrero”, se repetía para sus adentros.

21.
Por la noche y con la fogata encendida, se acercó lentamente hacia Néstor y se disculpó con reverencia.
- Señor, ¿podría decirme quién fue mi padre? Hasta donde se, era uno de los mejores herreros de Thaus –le dijo Oli.
Sin hacerse esperar, Néstor respiró con mucha fuerza y soltó una sonrisa, y comenzó a hablar sobre su padre.
-                     Era el mejor herrero que he conocido. Sus trabajos eran conocidos lejos de aquí. Esa es la parte que ya conoces, pero lo que no te contó tu abuelo, es que tu padre fue él más temible y justo guerrero que se haya conocido por estas tierras. Se le llamaba el herrero no solo por su habilidad para ello, sino también por la facilidad con la que podía crear armas casi de cualquier objeto metálico que tenia al alcance en una batalla. Jamás se le acababan las armas, siempre tenía tantas que parecía increíble. Era diestro con la espada, el hacha, la lanza, la maza o las alabardas, era diestro en casi todas las armas que conozco. Gracias a tu padre orcos, humanos y centauros tuvimos paz, y luchamos como uno solo. Obtuvimos muchas victorias y estuvimos dentro de una fortaleza mondorra. No la pudimos destruir pero entramos por primera vez a una de ellas. Era increíble verlo pelear. Su sola presencia cambiaba la moral de todos los que luchábamos a su lado. Yo era un joven y orgulloso centauro, hijo de nobles, entrenado por los mejores de mi pueblo, pero tu padre fue el mejor. Venciendo mi orgullo le pedí ayuda. Alguien esperaría que un señor tan poderoso y valiente me dijera: no tengo tiempo. Pero él me acogió, fui su alumno y aprendí a pelear. Fue mi maestro, mi segundo padre, mi general…

22.
Oli no salía de su asombro. Su padre había sido todo eso y nunca lo supo. Comenzó a entender los largos viajes de su padre y las lecciones de esgrima que desde muy pequeño recibió. Recordó los cálidos abrazos de su padre.
-                     Y tu madre, era una increíble Amazona. Con la lanza era mejor que tu padre… Ja, ja, ja… Era increíble. Su velocidad… su fuerza… y nunca fallaba con el arco y la flecha. Hacían una pareja formidable, ninguno era hijo de reyes, ninguno era descendiente de nobles. Pero todos se inclinaban ante los dos. Habrían pagado cualquier precio  para que tus padres les dieran clases o dirigieran sus ejércitos. Yo  tuve el honor de luchar lado a lado con tus padres victoria tras victoria, hasta que...
Néstor se quedo en silencio recordando algo muy amargo. Hasta Oli quería saber, pero no preguntaba porque sabía que diría algo que le dolería mucho.
-                     …hasta aquella fatídica noche en que todos salimos a atacar una supuesta recién construida fortaleza Descarna. Se nos dijo que recién la estaban terminando y todavía no había muchos guardias. Quien nos dio aquella información nos envío a una trampa. En realidad era una escuela de invocadores -una especie de magos-. No había muchos grells. Destruimos la entrada y creímos que sería fácil. Pese a que tus padres empezaron a dudar, nosotros no retrocedimos y ocurrió. Los invocadores levantaron miles de manos de los suelos y arrastrándonos hacia el subsuelo, revivieron a los grells muertos y empezaron a acabar con nosotros. Cuando empezamos la penosa retirada, llegaron los señores de la peste. Eran cinco y tus padres eliminaron a dos, pero no pudieron con los otros. Yo traté de ayudarlos, pero sólo pude encargarme de uno. Un amigo orco se encargó de otro… ¡pero no llegamos a tiempo y fallamos!

23.
Néstor golpeo con sus puños el suelo.
-                     Todo había sido una trampa. El traidor fue un humano que se decía amigo de tu padre. Lo entregó a los señores de la peste. Ahora ese traidor ya no respira. Lloramos la pérdida tres días seguidos. Tu padre me habló de ti y me pidió que cuando tuvieras la edad suficiente te enseñaría lo necesario para que puedas ser un hombre de bien, y puedas valerte por ti mismo. Tu abuelo siempre lo supo, cada año que pasaba yo he venido a verte. Desde ahora me haré cargo de ti y te enseñaré todo lo que a su vez tu padre me enseñó.
Néstor apagó la fogata. Era tiempo de descansar. A la mañana siguiente, cuando despertó, Oli observó a Néstor de regreso con una rama llena de peces sacados del río. Era momento de desayunar. Empezarían las lecciones. Al terminar, Oli ya estaba listo.
- Bien, empecemos -dijo el centauro-. Necesito saber cómo estás en gramática, matemáticas y en el manejo de arco y flecha.
La cara de Oli cambió totalmente: de la emoción a la decepción. Néstor no era solamente un buen guerrero, también matemático, poeta, artista, historiador, herrero, herbalista, y Oli tendría que cultivarse en todo ello antes de aprender a dominar la espada. Estaba dispuesto a hacerlo porque es algo que sus padres habrían deseado, y se fue con Néstor.

24. Propuesta de cambio
Los siguientes ocho años representaron para Oli una serie de cambios que lo transformaron por completo, mientras en territorios lejanos se debatía la eterna lucha entre el bien y el mal, y las leyes de la vida alcanzaban a todos.
Aprendió de Néstor todas las artes y los conocimientos que él sólo vivía en sus sueños más afortunados, en aquellos donde la claridad que irradiaba su armadura y la espada vencedora que empuñaba, guiaban a las legiones liberadoras del mal y devolvían a todas las razas la oportunidad de vivir juntos y en paz.
Pero el nuevo guerrero aprendería también que la vida no es eterna y que se fortalece también con el sufrimiento. Fue así como aceptó la partida del centauro en sus brazos. “Nunca un valiente guerrero pelea con la soberbia como espada, ni el orgullo como escudo. Usa tu corazón como arma y la sensatez como escudo. Esas fueron las últimas palabras que tu padre me dijo. Ahora te las digo a ti. Lleva el nombre de tu padre en alto… ¡Olimpuss!”, fueron las frases finales de Néstor.
Aquel fue el fin de un nuevo capítulo en su vida. O el inicio de uno nuevo. Entendió que era momento de marchar hacia Oderon, a encontrarse con su pueblo, consciente de ser el  hijo del pacificador, el herrero y el general. Ya no era más el Oli que soñaba cuando joven. Había crecido en toda su dimensión.
No hubo llanto cuando encontró nuevas verdades, frente a la tumba de su abuelo. No hubo lágrimas al saber de la pérdida de tantos amigos. Y con Tari, continuó el linaje de valentía, honor y vida iniciado por su padre.
Pero Olimpuss no sospechaba que en las mismas calles de Oyeron, caminaba aquel experto asesino que años atrás se había librado de sus perseguidores, mientras los orcos enviados por Tabor inspeccionaban el camino que tomarían para huir de la muerte.