Libro 12


El Asalto final

1
-Ha llegado el tiempo de las alianzas. Toda ayuda será bien recibida -dijo Caia- incluso las arpías de las montañas de Galos serán convocadas…
-Nadie ha hablado con ellas décadas atras. Señora amazona, son tan peligrosas como los grells, y se dice que tienen gusto por la carne humana -dijo Lossen
-No pierdo nada con intentarlo, ellas también se verán afectadas, si no logramos unir a las razas libres, todos terminaremos de la misma forma. Tomé la decisión, ya que es mi vida la que voluntariamente pongo en riesgo, nadie me dirá qué hacer con ella. Nos veremos el día acordado, adiós -dijo la joven líder y se retiró con un grupo de sus guardias, que incondicionales la siguieron.
-Convocaré a las demás gorgonas. Reuniré un fuerte contingente -dijo la princesa Dacia y dejó la habitación.
-Los orcos de otras tribus responderán al llamado y pondré a Oderon en alerta -dijo Neshak.
-Lo más seguro es que la ciudad quede sin protección, es un asunto que resolveremos -dijo el general Olimpuss, que comandaba el ejército de Bogic, rey de Oderon.

2
-Olimpuss y yo nos retiramos a Oderon. Bien, señores, hasta el día acordado -dijo Neshak mirando a Olimpuss que asentía con la cabeza.
-Perfecto -dijo Zellkairi-, nosotros reuniremos a la mayor cantidad de gente posible y también volveremos al lugar acordado.
-Gracias por la hospitalidad, Raldo -dijo Hugov, el Paladín-, tu pueblo ha sido muy generoso, además de valiente, pues corrieron un riesgo muy alto de ser descubiertos. No olvidaremos todo esto, lo prometemos.
Todos los presentes miraron al viejo Raldo con un gran respeto, inclinaron sus cabezas en señal de genuino agradecimiento y se retiraron.
Quedaban diecisiete días para el día señalado, había una enorme cantidad de cosas qué debían preparar y planear. El trabajo sería a marchas forzadas.


3
-¡Orlando, qué gusto!, ¿A qué se debe el honor? -dijo Buzul hipócritamente, sin dejar de comer.
-Ahórrate el sarcasmo, Buzul, no he venido a discutir etiqueta contigo. Ha habido un movimiento inusual de rebeldes. ¿Sabes algo que ignoro? -preguntó el poderoso general.
-Bueno, hace unos días, aparecieron desconocidos y enfrentaron a uno de mis esclavos, quizá forasteros, o gente que sale de sus escondites, como sea, no creo que debamos preocuparnos -dijo Buzul.
-Sabandijas con ideales de libertad -dijo Orlando golpeando la mesa donde Buzul comía. -¿Quién es el esclavo que los vio?
-Deja que lo haga venir –dijo Buzul e hizo una señal a sus esbirros.
Un minuto después, Icaros se hizo presente y comenzó a relatar, a su manera, los sucesos de aquel día, ante la mirada atenta del general Orlando.

4
La joven princesa Caia estaba en las montañas de Galos. Con ella iba una veintena de guerreras, entre valquirias, furias y amazonas., y por el río, la seguían ocho sirenas guardianas armadas con sus arcos y lanzas.
Era un gran río que descendía de las montañas. Las laderas estaban cubiertas de pastizales amarillos y cercados de árboles.
No habían visto a ninguna Arpía, pero Caia, sabía perfectamente que estaban ahí. Solo esperaba que se hicieran visibles, y ya había alertado a todas que eso ocurriría pronto.
 Y así fue: ruidosos aleteos pusieron en guardia a las guerreras. Caia permaneció imperturbable pues era lo que esperaba. Por doquier caían plumas. Estaban rodeadas por cientos de arpías que las miraban desde el aire.

5
Una de ellas se paró frente a la princesa y la miró directamente a los ojos.
-¿Qué trae a estos lugares a las amazonas? -preguntó furiosamente, pero vio a su alrededor y agregó: - Sirenas con amazonas, qué curioso.
-Hemos venido a solici… -quiso decir la princesa.
-¡Seguramente vienen a cazarnos como los demás! –interrumpió una arpía.
-¡Acabémoslas! -dijo otra.
La guardia de Caia se preparó para el ataque, pero la princesa se inclinó ante la arpía: -Hemos venido en paz, a solicitar ayuda- dijo.
Las amazonas y las sirenas imitaron el gesto. Las arpías se desconcertaron. En ese momento sonó una alarma producida por una arpía que a lo lejos fue alcanzada por una ballesta de grells.
Era una tropa de estas bestias que salió de la nada y atacó a las amazonas y a las arpías indistintamente.

6
Las valkirias aumentaron su tamaño y comenzaron a aporrear a los grells, las furias hicieron lo suyo, las sirenas, cerca del río, hipnotizaron a otro grupo, y los usaron para combatir a sus propios compañeros. La pelea no duró mucho y finalmente acabaron con los grells.
La arpía líder, resoplando, le preguntó a la princesa:
-¿A qué han venido realmente?
De pronto un grell moribundo alcanzo a disparar una fecha con su ballesta, la flecha estaba dirigida a quien parecía ser la líder, esta, furiosa miro la flecha que a toda velocidad se dirigía hacia ella, un grito tan agudo, que se oyó por todo el lugar, y la flecha se hizo polvo, las amazonas cayeron al piso, por la fuerza de semejante sonido.
-Y, entonces, ¿en que estábamos?- dijo con toda naturalidad la poderosa Arpia.

En otro distante lugar, Neshak había reunido a orcos de diferentes tribus, Olimpuss organizó el ejército y la guardia de Oderon, para no dejar la ciudad desprotegida.
Dacia llegó a su reino en Scamar y reunió un gran ejército de Gorgonas, Daoths y Tarkalos.
Snoram y Lossen hablaron con Calitus para pedir consejo y solicitar alguna ayuda, y este, les conto la historia del hermano de Bruma, Eclipse, que fue confinado a una cárcel de luz por su orgullo y vanidad, un encierro de quinientos años, probablemente lo habían hecho o cambiar o volverse peor. Bruma no pudo evitar un triste gemido, si lograban que Eclipse estuviera de su lado, contarían con un extraordinario aliado. Es peligroso, les dijo Calitus, quinientos años pueden haber aumentado su rabia, pero tienen a Bruma a su favor, desde aquí rogare, por ustedes, hijos míos.
Lossen, Snoram y bruma emprendieron el camino, con gran temor pero una marcada determinación, estaban dispuestos a jugarse la vida si eso conllevaba un bien.
En el camino sintieron un hedor en el aire, decidieron aproximarse listos a pelear y encontraron un enorme cuerpo tirado en el suelo: era un enorme señor de la peste muerto.


7
A un lado sentado en el pasto y recostado en un árbol, estaba un paladín con su martillo en la mano. Al ver a ambos jóvenes elfos, se levantó y coloco su martillo en el hombro. Todavía llevaba heridas de la gran pelea que acababa de sostener, su dorada armadura, tenia marcas de golpes de espada, que lucian como quemaduras de tono verde en el metal, una herida en la mejilla del paladín, no dejaba de sangrar. Este al ver, como ambos elfos lo miraban con preocupación, exclamo: ¡oh, esto no es nada!, dejen que lo arreglo ahora mismo- dijo como si no pasara nada.
Tomo su martillo con ambas manos, dijo unas cuantas palabras, un círculo de luz, se formo en el piso y se elevo cubriéndolo, al disiparse la luz, las heridas que tenía estaban milagrosamente cerradas.
Ambos jóvenes decidieron invitar al paladín a ir con ellos. El paladín no era otro sino Claer “Galford”. Enterado de los planes, se unió a los jóvenes, feliz por la idea de ir a acabar con más señores de la peste, a los que se había dedicado a cazar.
Atalanta organizó a la enorme ciudad anfibia para la batalla.  Formó las filas con sus hermanas y con el viejo paladín Crayton: la coalición femenina estaba lista para la guerra.
Zellkairi y sus compañeros, incluido, Tala y sus revividos, llegaron a la costa, donde encontraron un barco encallado en la arena.
-Es hora de traer a los demas -dijo Zellkairi.

8
Cinco magos y Rexhen salieron del barco y se acomodaron en círculo. Extendieron sus manos y un brillo púrpura comenzó a salir de sus palmas extendidas y formó una esfera que comenzó a crecer y a crecer.
Luego, en el centro de la esfera, se formó una especie de abertura de donde comenzaron a salir legiones de soldados, de diferentes razas, todos armados hasta los dientes.

Detrás casi al final, portando un estandarte negro, con un árbol blanco, la insignia de las huestes Elficas de las cuales solo se hablaba en mitos, una docena de elfos  apareció, con armaduras opacas, pues el brillo se había extinguido tiempo atrás, por tantas batallas.

Todos venidos de un continente lejano, pero dispuestos a ayudar a sus compañeros, unidos con el mismo ideal de luchar contra las diabólicas fuerzas opresoras, hasta la última gota de sangre.

9
El día acordado, los diferentes ejércitos se reunieron en el lugar señalado. El ejército de Olimpuss y los hombres de Oderon, los poderosos orcos de Neshak, Snoram y Lossen con sus compañeros inseparables Bruma y Eclipse y mas de un centenar de poderosos lobos, Hepyoc y sus viejos amigos Palag y Coru al mando de una docena de asesinos instruidos por ellos mismos en su propia escuela: una fuerza enorme estaba reunida en el lugar y no eran todos.
También estaban Galford y cuatro paladines más.
Pero faltaban todavía la princesa Caia y Atalanta, Dacia y el ejército de Zellkairi.
Eran las seis de la mañana y no podían seguir esperando.
Entonces iniciaron la marcha hacia la fortaleza Mondorra de Basti.

10
En el camino recibieron con alegría a los bárbaros de Velorok, más de ocho mil guerreros venidos de diversos lugares de la región, todos marchando prestos a dar su vida con tal de ver caer a sus enemigos.

El general Orlando, por su parte, había dejado la defensa de la fortaleza Mondorra a Buzul, pues había planeado asaltar por sorpresa a Oderon: ninguno de los dos esperaba que tal número de atacantes se presentara ante las puertas mismas de la fortaleza.
Los campos de muerte, era como se llamaba la gigantesca explanada que la fortaleza tenía al frente y donde tantos hombres libres habían fallecido luchando por la libertad. Esta explanada era regada por dos canales por las que salía líquidos con olores inmundos.


11
Buzul ordenó a sus huestes salir a hacer frente al enemigo.
Cientos de invocadores de diferentes razas, salieron por las puertas y se alinearon frente a los muros de la fortaleza: veinte señores de la peste esperaban detrás de las murallas donde numerosas catapultas estaban listas para atacar, así como también las gigantescas ballestas: nunca antes se habían usado estas formidables defensas, pues pocos se habían atrevido a asediarla.
Los grells tomaron sus puestos. Los invocadores levantaron cientos de miles de muertos.
El ejército defensor se veía ahora muy superior.
Los paladines se colocaron frente a los batallones. Olimpuss estaba frente a ellos.
Un señor de la peste dio la orden de que las catapultas dispararan. Enormes rocas venían por los aires.

12
Los paladines colocaron una rodilla en el suelo, y cogiendo el martillo con ambas manos hicieron una plegaria. Un aura amarilla los envolvió, y entonces colosales Ángeles etéreos aparecieron detrás de los paladines y con sus gigantescos escudos evitaron que las rocas cayeran sobre Olimpuss y su gente.
Las ballestas de Mondorra también eran repelidas por los Ángeles que aparecían de forma intermitente.
-¡Maten a los paladines! –ordenó Buzul. Los muertos y grells fueron al ataque.
-¡Protejan a los paladines a toda costa! -grito Neshak
Los ejércitos colisionaron con un estruendo terrible. Los hombres de Olimpuss luchaban con emoción por sus ideales.
Eliminaban con facilidad a los grells y a los revividos. Los señores de la peste se sumaron a la carga. Neshak y Olimpuss los enfrentaron.

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Una patada certera de Hepyoc bajó a un señor de la peste de su caballo, Coru partía a un par de grells, y Palag derribaba a otro señor de la peste, Bruma y Eclipse causaban un daño terrible a las huestes de Buzul.
Las flechas de Snoram y Lossen acertaban siempre y sus presas eran los invocadores, desde muy pequeño se le enseño a disparar en el corazón o cabeza, así no desperdiciaban flechas, una flecha un muerto, los invocadores en trance emanaban un vapor oscuro que era como el humo, del fuego, eran fáciles de localizar. Al morir los Invocadores los ejércitos de muertos que levantaban se hacían polvo instantáneamente.

Icaros y Kerena luchaban haciendo uso de todo su poder mágico su poder combinado, de electricidad y fuego era devastador causando cuantiosas pérdidas en el ejército libertario.
Un potente sonido de cuerno llamó la atención de todos. Por el norte, se hacían presentes Caia y Atalanta con su ejército que situado a lo largo del río lanzó una lluvia de flechas, que opacaron el día, solo las flechas encendidas de las furias, iluminaban, impactando explosivamente, el fuego consumía los cadáveres andantes, grells que corrían de un lado a otro, miles cayeron con semejante ataque.

14
Los grells no eran oponentes para las valkirias y las furias incineraban a los revividos. El ejército de la fortaleza comenzaba a retroceder.
El cielo se llenó de pronto de miles de arpías que portando enormes rocas en sus garras atacaron por sorpresa la fortaleza destruyendo catapultas y ballestas.
Buzul en persona, furioso, al ver los resultados de la batalla, salió a enfrentar a las arpías, sus cuatro brazos cogían y vapuleaban a las arpías, su ira no tenia limites, pero eran demasiadas.
Cuando las arpías no tenían rocas, sus enormes garras cogían a los grells muertos y los lanzaban desde lo alto como proyectiles.
Las arpías viendo caer a sus hermanas a manos de Buzul no lo dudaron y arremetieron contra él,  sus golpes sónicos lo golpeaban una y otra vez, pero el gigante los empezó a resistir, era hora de huir.

Buzul  saco su látigo y dándole vueltas en el aire lanzo ondas enormes que desintegraban todo lo que tocaban, las arpías comenzaron a morir en cantidad.

Luego Buzul centro su mirada en los soldados atacantes, con un movimiento de su látigo, los desaparecía por decenas.

Otro potente cuerno sonó y un nuevo ejército apareció en el horizonte.
Era Zellkairi, que se había rezagado por que se enfrentó con las fuerzas de asedio, que Orlando había estado esperando para invadir Oderon y al que habían reducido a polvo, dejando a Orlando sin sus refuerzos.

15
Los paladines se unieron, Hugov, Galford y Crayton levantaron sus martillos, los unieron y recitando sus plegarias golpearon la tierra.
Un gigantesco ángel apareció con un colosal martillo, golpeó la muralla y la hizo añicos. Crayton cayó desmayado, Galford y Hugov estaban en el filo de sus fuerzas, aquel gigantesco ángel les había consumido demasiada fuerza vital. Alrededor de ellos se apostaran docenas de guerreros para protegerlos.
Los otros paladines hicieron igual, y un nuevo y colosal ángel apareció y destruyó los portones de la entrada de la fortaleza.
Buzul volaba agitando sus negras alas y peleaba con las arpías, éstas, al ver que estaban siendo diezmadas por el terrible hibrido, retrocedieron, pero era una trampa, pues se puso al alcance de las flechas de Snoram y Lossen, pero las flechas no lograban penetrar su casco o coraza, y las demás flechas se hacían añicos con su látigo.

16
La rabia de Buzul por semejante atrevimiento, desbordaba por sus ojos rojos que destellaban rayos. A su orden  apareció Silbira.  La Gorgona había crecido casi cuatro veces su tamaño, tenía cuatro brazos, las serpientes de su cabeza eran larguísimas y usaba una espada en cada mano. Silbira comenzó a volver piedra a todo aquel que se le acercaba.
Dacia intervino con los ejércitos de Scamar. Las cosas no estaban a favor de los protectores de la maligna fortaleza
Silbira se enfrentó finalmente a la ira incontenible de Dacia, cientos de gorgonas de rango medusa, y a un enorme grupo de Krotalos que en conjunto la hicieron pagar su traición, los destellos de os krotalos, le impedían ver y la paralizaban por segundos, que eran aprovechados por las gorgonas para asestarle golpe tras golpe, hasta dejarla tendida sin vida.
Zellkairi bebió una poción llamada, “Sangre de Titanes”, aumento su tamaño, como las valkirias, tomando impulso y blandiendo sus enormes hachas, comenzó a arrasar todo a su paso. Corriendo a toda velocidad y haciendo giros con sus enormes hachas, cortaba en pedazos todo lo que se cruzaba en su camino.

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El crecimiento, aumento la fuerza de sus músculos, sumada a su natural agilidad de elfo, le dieron una gran velocidad. Entonces dirigió su ataque a Buzul, este dándose cuenta lanzo su látigo, evadiendo el látigo y con un giro rápido uno de los brazos del gigante, salió volando dejando una enorme estela de sangre de tono oscuro, esparcida en el suelo.
La sorpresa lo detiene solo un segundo, y en ese lapso otro de sus brazos, sale volando como en cámara lenta, chorreando más sangre. Los ojos rojos de Buzul dejan de emanar rayos, y se ponen normales, todavía sin creer lo que está pasando.
Pero ante todo, es un hibrido, una mezcla de criatura terrestre y demonio, un titán, un temido líder, y en segundos recupera su lugar, no sería tan sencillo vencerlo, no a él, no al gran Buzul.
El siguiente golpe de hacha se dirige hacia su cabeza, y  Los ojos de Buzul se encienden nuevamente, y este golpea con su cabeza el hacha y la hace añicos.

Un puño se hunde en el tórax de Zellkairi destrozando su armadura, un segundo golpe le arranca el casco que queda inutilizable.
El siguiente golpe manda a volar al elfo, casi cincuenta metros, golpeando a su paso grells, centauros, tarkalos, muertos. A toda velocidad Buzul volando lo vuelve a sujetar de uno de los brazos y lo arroja contra la muralla, empotrándolo por la fuerza del impacto.
Zellkairi, herido, adherido boca abajo a la muralla miraba las decenas de miles de cuerpos en la tierra, tanta sangre, tanto sacrificio, tanta muerte, no podía ser en vano, no podía terminar así.
Un movimiento rápido salva su cuerpo del terrible impacto de golpe del hibrido, la velocidad nuevamente le salva de incontables golpes, evadiendo todos y cada uno de los golpes asesinos del monstruo.
Nuevamente uno lo coge de lleno en el pecho y es lanzado, pero en esta oportunidad se levanta velozmente y corre hacia el amo de la fortaleza.
Una de sus alas se clava delante de Zellkairi, este viendo la oportunidad, la coge con tanta fuerza que sus dedos atraviesan la dura piel, rompiéndola, tomándola con ambas manos, reúne toda la fuerza de que dispone y girando a toda velocidad levanta a Buzul en el aire, dándole vueltas una y otra vez, para luego estrellarlo contra el suelo, con tal fuerza que su casco sale volando. Olimpuss luchaba contra señores de la peste, junto a Neshak, cada uno provisto de armas mágicas, especialmente preparadas para matarlos.

18
Caia, enfrentaba a un señor de la peste. Las sirenas de Atalanta ultimaban todo lo que podían cubiertas desde el río, sin que nadie se les acercara. Dacia, la gorgonas y los Krotalos habían acabado con Silbira que yacía ahora en el campo de batalla, rodeada por todas sus víctimas.
Tala y Rexhen se encontraron con Icaros y Kerena y otro duelo de magia se inicio, llovían bolas de fuego por doquier y rayos, Rexhen y Tala coordinaron sus movimientos.
Rexhen sacó de la tierra un par de enormes manos de hueso que atraparon a Kerena, mientras Tala colocaba a su alrededor un escudo para evitar que las bolas de fuego de Icaros los golpearan.

19
Tala revivió a sus amigos y éstos golpearon sus armas y las cubrieron con un brillo verdoso, mientras Rexhen succionaba la fuerza de vida a Kerena apresada por las enormes manos de hueso.
Tala lanzó un golpe al aire una enorme mano de hueso brotó de la tierra y castigó a Icaros, que respondió con un geiser de fuego, pero Tala fue más rápido y golpeó a Icaros que al ver todo perdido, escapó.
Kerena luchaba por librarse de las manos de hueso que la apresaban, pero estas, lentamente se la llevaron debajo de la tierra, y así desapareció.
Rexhen reunió a los magos que venían y al unísono gritaron: “Shattar-solare-airadus”: un enorme meteoro cayó del cielo e incineró a cientos del ejercito de Buzul.
El segundo meteoro que formaron fue menor, y el tercero, aunque hizo daño, fue más pequeño y lo agotó al extremo de que debieron ponerse al cubierto.


20
Buzul jugó su última carta, se había internado en la fortaleza, herido para ordenar que cientos de Dingos salieran a luchar. Los Sirros, cobardes, frágiles, sin ningún tipo de habilidad física, estaban aterrados, y sin escapatoria: nunca habían planeado una, ya que suponían que eran invencibles e intocables dentro de la fortaleza.
La aparición de los dingos, causo como siempre un pánico terrible, mayor incluso que el que causaban los señores de la peste, como un torbellino de garras, dientes, cuchillas, a mucha velocidad, a su paso caían docenas tras docenas, las flechas en sus cuerpos no significaban nada, sin dolor, sin remordimiento, Los Dingos, eran una verdadera pesadilla. A un solo aullido, Dacia, Caia, Olimpus, y Neshac, tenían un enorme dingo detrás de tomándolos por el cuello y colocando sus armas enormes, en sus cuellos.
Tan rápidos, y silenciosos habían salido de debajo de la tierra tomándolos por sorpresa.
Bruma y Eclipse los envolvieron en una espera neblina para desorientarlos y los dejaron a merced de las valkirias, furias, sirenas, arpías, bárbaros, rescatando a los héroes.
Los paladines hicieron un esfuerzo más: Hugov, Crayton y Galford invocaron nuevamente al ángel colosal y este con su martillo aplastó un centenar de dingos que jamás habían enfrentado a tal poder.
El líder de los dingos observando el campo, se dio cuenta de que no podrían hacerlo nuevamente, se aprestaban a atacar y destrozar al enemigo.
21
Buzul estaba herido de muerte. No tenía ya nada más qué hacer, salvo invocar a los horrores, pues ellos tenían la obligación de obedecerlo. Esa sería su última carta, la oportunidad de aplastar a sus enemigos en un instante.
Antes de que los Dingos ataquen, un viento helado cubrió el lugar, un aroma a muerte y temor, inundo todo.

Los tres horrores acudieron al llamado, imponentes y terribles. Apostados en la entrada principal de la fortaleza. El menor de ellos el mas cruel, ya había sacado sus armas, un movimiento de su mano y la mitad de todos los que estaban vivos en ese campo de batalla morirían, con el segundo movimiento, todos estarían muertos, tal era el poder de un horror.
Pero el mayor, levanto su brazo y lo detuvo, sintiendo una presencia conocida, movió un dedo, Neshac y Dacia, aparecieron frente a ellos.

 -Grandes señores –le dijo- estoy aquí con mi compañera para pedir aquel favor que una vez nos prometieron -dijo Neshak
-Neeeshaaak, el joven músico Orco y la Gorgonaaa, que tanta caaalmaaa nos prrroooporrrrcionarooon.
22
-Looos peeendieeentees –pidió el hermano menor extendiendo la mano.
Neshak y Dacia levantaron los pendientes y se los entregaron.

El Horror de la enorme espada con inscripciones dijo mientras desaparecían:
-“La Deuda estaa pagadaaaaa” -y se desvanecieron de inmediato

Olimpuss recordando que su padre había muerto en un intento fallido de destruir la misma fortaleza y a Nestor, su gran mentor, gritó: ¡Háganlos pedazos!
Los Dingos desconcertados, por lo sucedido, decidieron abandonar el lugar, desapareciendo.
El ejército entero avanzó y destruyó todo lo que encontraron.
Zellkairi y Olimpuss, encontraron a Buzul, al que derribaron.
El gigante no había terminado de levantarse cuando un nuevo corte vuela sus dos últimos brazos, de rodillas lo último que puede ver es al elfo que frente a él, gira velozmente con un hacha en su mano. 
Por fin Buzul muerto, todos  los Sirros exterminados.

23
 Rescataron a Krotalos y Tritones cautivos, y a miles de personas encarceladas: juntos habían acabado con la hasta ahora indestructibles fortaleza Mondorra.
Patrullas buscaban en cada rincón cada espacio oculto, destruyendo a sus enemigos escondidos y limpiando todo el lugar.
Caia encontró un papel con inscripciones que hablaban de “Los Colosos Voladores de la Antigüedad” y contenía un mapa que indicaba algunos lugares: al parecer esos colosos eran los Grandes dragones protectores, seres mitológicos que según algunas leyendas aparecerían en el momento preciso en el que se los necesitara para restaurar el orden y la paz en el planeta.

Miles de heridos y miles de muertos, había costado la victoria. Todos los lamentaban, y sin embargo sabían pero tenían derecho a celebrar la victoria.
Dar la vida por la libertad era darle honor y gloria al nombre de cada familia.

24
Todas esas vidas habían permitido descubrir que las fuerzas combinadas de la libertad eran más poderosas que las fuerzas del mal y que los verdaderos invencibles luchaban con el corazón.
Ahora, la siguiente parte era ayudar a quienes de tan lejos vinieron, los héroes enrumbarían hacia la región de Zellkairi para destruir la fortaleza de esa zona.
Paso a paso, iluminados por Gaia, el espíritu de la tierra, le devolverían el color al mundo que ahora estaba en lucha.

No sabían cuantos años pasarían hasta que la última fortaleza cayera, pero creían saber que verían un día volar a los grandes colosos del aire, a los míticos dragones que serían la imagen de la libertad. Por lo pronto, la victoria reciente no era el final de una aventura, sino el verdadero inicio de muchas más en las que todos los héroes mostrarían su poder, su valor, y  lealtad.
-Te lo dije, no los subestimes-?
¡Cállate!- Orlando
-Donde tú fallas, yo triunfo-?
-Esto no ha terminado, apenas empieza-Orlando
-Cierto, ¡Tu! has terminado, ahora empiezo, ¡Yo!-?