Libro 9

                El hijo del bosque

1
Guesser, la pacífica y tranquila aldea de elfos, fue atacada por sorpresa en la madrugada por un par de invocadores de muy mal humor y un pelotón de grells.
Ningún adulto sobrevivió al bárbaro ataque. Los niños fueron recogidos por los buscadores y llevados a las escuelas del mal para convertirlos en sus sirvientes.
Pero esa vez los buscadores olvidaron a uno.
El pequeño, que dormía con placidez en su cesta a pesar del ruido, quedó oculto bajo las paredes de un techo que el cruce de unas vigas impidió que se desplomara por completo.
Pero tenía apenas un año y parecían nulas las probabilidades de que sobreviviera a su infortunio.
Pero la madre naturaleza Gaia, siempre sabia, dispuso una ayuda para el bebé.

2
Una manada de lobos olfateaba el lugar en busca de comida. Grisnor, el gran lobo gris, halló al pequeño durmiendo plácidamente. Se quedó mirándolo hasta sentirse conmovido por la criatura.
El aullido de Turodd, el macho alfa, un enorme lobo negro y tuerto, significó para los demás una orden de retorno a la madriguera. Sin embargo, el lobo gris no se movió ni dejó de mirar al bebé con un paternal sentimiento.
Grisnor había llegado recientemente a la manada con su pareja, Daloon, una loba parda. Habían viajado mucho y en el camino sus cachorros habían sido asesinados por una patrulla de grells.
De pronto, una ronca respiración a su lado lo sacó de sus pensamientos. Era el gran lobo alfa que miraba al pequeño y parecía ver en él su fiambre.

3
Turodd tenía el hocico abierto y la lengua afuera. Se dispuso  a clavar los dientes, pero recibió un empujón del lobo gris.
Lo que había hecho era terrible, oponerse al macho alfa era retarlo, pero Grisnor no estaba dispuesto a perder a su nuevo cachorro.
–Tonto, cómo te atreves –dijo Turodd con el pelaje erizado.
–Yo lo encontré, es mío –respondió el lobo gris.
Turodd estaba listo para atacar, pero un sonido perceptible solo por lobos interrumpió la disputa.
–Lo veremos después –dijo Turodd y su único ojo brilló con furia, deseo de venganza y de castigo. Luego salió corriendo del lugar.
La manada tomó lo que pudo y huyó con él.
El lobo gris sabía lo que le esperaba, pero cogiendo con cuidado la canasta entre sus fauces, la cargó y se la llevó a su madriguera.  

4
Vivían en el maligno bosque de Dellos, un lugar espantoso donde los árboles tenían vida propia y vivían criaturas feroces: nadie quería cruzarlo porque era casi imposible salir vivo de allí.
En un claro del bosque, un enorme árbol se erigía imponente. Era un eucalipto llamado Calitus, el más grande de todos los árboles. A su alrededor había un gran espacio libre, como si lo rodeara todo el bosque, para proteger a su gran rey.
–¿Qué me has traído? –dijo Calitus.
–El estúpido Grisnor tiene un cachorro humano y no lo piensa comer –dijo furioso el tuerto Turodd.
–Sabes lo que pasa con los hombres cuando entran a nuestro bosque, es una regla que no ha sido cambiada durante siglos.
–Señor –intervino Grisnor–, el cachorro humano ignora la maldad de su raza, podríamos instruirlo y…

5
–¿Para que luego se vuelva en nuestra contra? ¡Esos bípedos, siempre consumiendo más de lo que necesitan...! –interrumpió una secoya gigante.
–Acaban con nosotros para alimentar sus fuegos, no lo aceptaré –dijo un cerezo.
–Grandes señores del bosque, si lo entrenamos con la sabiduría que ustedes poseen, imaginen al aliado que podríamos tener, es una oportunidad para enseñarles a esos bípedos lo que pasa cuando son bien educados –dijo Grisnor.
–Mmm, quizá no sea mala idea instruir al pequeño como guardabosque.
Grisnor estaba satisfecho. En cambio, Turodd no ocultaba su furia.
–Esta criatura será uno de los nuestros –sentenció Calitus–. Compartiremos nuestra sabiduría con él. Queda entones prohibido atacarlo o hacerle daño.

6
Acercaron la cesta a Calitus, y él, con una de sus ramas que usaba como brazos, lo aproximó a sus ojos.
–Es un elfo –dijo tras examinarlo–. Su nombre será Snoram, porque fue Grisnor quien le salvó la vida. Grisnor, tú y Daloon tienen un nuevo cachorro, cuídenlo como si fuera suyo. Turodd, el odio en tu mirada no es bueno. Con los presentes como testigos, te diré que si algo le ocurre al pequeño, será tu culpa. A partir de hoy serás el protector de Snoram y así queda dicho.
Con el paso de los años, Snoram creció mucho y aprendió de todos los animales que vivían en el bosque. Sabía conseguir alimentos, corría por las copas de los árboles, era experto en diferenciar los frutos buenos de los malos y las plantas medicinales de las venenosas. Poco a poco se transformó en el gran cazador Snoram.

7
Era el orgullo de Grisnor y Daloon, sus padres, e incluso del desconfiado Turodd que lo había entrenado en las reglas de la manada y las leyes del bosque.
Snoram estudiaba con los árboles sobre diversas materias, pues los árboles habían sido testigos de muchas historias y descubrimientos que Snoram quería conocer.
Se hizo diestro en el manejo del arco y la flecha, para lo cual recibió la madera de uno de los árboles de fresno negro que lo guió en el proceso de armado.
Durante años había sido protegido de los males del bosque, pero ese tiempo estaba por finalizar.
Por muchos años le había sido prohibido acercarse a la zona este del bosque, donde las ramas espinadas cubrían vastas extensiones de terreno y hacían imposible el acceso a los animales.

8
Cada una de esas espinas contenía una potente toxina que paralizaba a la víctima mientras el veneno se encargaba de matarla en solo unos cuantos minutos.
Calitus ordenó a Snoram que fuese a traer la rosa azul que crecía en el centro del bosque espinado. Nadie había podido acercarse, nadie había podido contemplarla siquiera.
Snoram se despidió muy animado de su familia. Confiaba en sí mismo, o quizá era la inconsciencia de la edad.
Al atravesar un claro del bosque, se detuvo junto a un riachuelo y se arrodilló para llenar una cantimplora hecha de cuero de ciervo. Cuando se incorporó, se topó cara a cara con un hurón. Era un bicho muy raro porque su pelaje era completamente blanco, sus ojillos eran rojos y no le quitaba la mirada a Snoram.
Snoram tampoco se movía para no asustar al animalito, y así se quedaron, inmóviles, cada uno mirando al otro fijamente.

9
De pronto, la respiración del hurón se hizo cada vez más y más rápida. Un sonido estalló entre las ramas, algo se acercaba y luego apareció entre los arbustos: era una lengua bífida que apareció y desapareció con la violencia de un latigazo. Y entonces, el animal al que le pertenecía la lengua se irguió tan alta como era, mostrando las fauces.
Así fue como Snoram vio a la enorme cobra espinada, uno de los pocos animales que no obedecía regla alguna del bosque, un animal extremadamente venenoso y voraz.
El animalito por fin interrumpió su quietud, y viendo a Snoram delante de él se sintió acorralado. Cuando se dio la vuelta, vio a la cobra.
Snoram pudo ver que, en la parte posterior, el hurón tenía clavadas dos espinas envenenadas.

10
El animalito, al parecer, había intentado huir de la cobra y esta había logrado lanzarle dos espinas envenenadas.
El asustado hurón se sentía perdido, no tenía a dónde huir, pero Snoram no pensaba cazarlo y, por el contrario, se interpuso entre el hurón y la cobra.
La cobra dijo “¡míooooooooo!”, en forma amenazante. Snoram sabía que en cualquier momento la cobra podía escupir una de sus espinas envenenadas, y si esto ocurría él fácilmente moriría en diez minutos, y mientras más espinas le acertara menos tiempo tendría de vida.
Por alguna razón, los hurones eran más resistentes que los humanos a ese veneno. Aunque Snoram estaba cubierto de cuero y un abrigo de piel de oso, siempre había la posibilidad de que lograra asestarle una saeta sobre la piel descubierta.

11
Era una situación de extremo peligro y por eso mismo era el momento de poner en práctica sus conocimientos. Recordó que Turodd le había enseñado que a las serpientes no les agrada que las miren a los ojos.
“Cuando lo haces –recordó las palabras de su maestro–, te clavan la mirada y estudian tus movimientos. No están hipnotizadas, sino que siguen tus ojos esperando leer tus intenciones. Un mínimo parpadeo es interpretado por ellas como un intento de ataque”.
Mirando fijamente a los ojos de la cobra espinada, Snoram bajó la cabeza, luego la movió de derecha a izquierda y la cobra hizo lo mismo. Suave y lentamente, había abierto la funda de su daga. Se movió de arriba a abajo y de izquierda a derecha, siempre con la vista de la serpiente como clavada en sus ojos.

12
De pronto, el hurón trató de huir y la cobra reaccionó instantáneamente lanzándole una espina. Snoram fue tan rápido como la serpiente.
Lanzó su daga y esta entró por la boca del animal y se clavó en la parte posterior de la cabeza de la cobra que de inmediato comenzó a retorcerse y a dar coletazos, luego cayó a tierra y, tras fuertes temblores, dejó de existir.
El pequeño hurón tenía una tercera espina clavada pero no era un gran problema para él, el verdadero peligro ya había pasado.
Se tendió en el pasto, cansadísimo por la tensa situación.
Snoram se lo quedó mirando, realmente era lindo, muy blanco como la nieve de invierno y los ojillos rojitos le brillaban.
El hurón se levantó, se acercó temeroso y se dejó acariciar por Snoram. Ahora eran amigos.

13
Snoram colocó su cantimplora en su cinto y siguió su camino. El hurón comenzó a seguirlo de cerca.
Al cabo de muchas horas estaba ya en la zona este. ¿Cómo haría para atravesar los entramados espinosos de la zona? Entonces se dio cuenta de que quizá podía contar con el hurón y le habló como si lo entendiera:
–Pequeño, necesito tu ayuda. Atravesando este camino de ramas espinosas se encuentra una rosa azul, de un perfume sin igual, ¿podrías traérmela aquí? –le dijo Snoram.
El hurón lo entendió, porque de inmediato se alejó por entre las ramas espinosas. El joven elfo se sentó a esperar. Al cabo de casi una hora y media apareció el hurón trayendo en la boca y con mucho cuidado la preciada rosa azul.
Luego de esto se alejó rápidamente y se perdió entre la maleza.

14
Cuando Snoram por fin regresó a su hogar, Grisnor y Daloon estaban felices de verlo sano y salvo. Turodd, parado sobre la roca luna, lo contemplaba orgulloso. Calitus abrió los ojos y se sorprendió al ver a Snoram, parado y feliz, con la rosa azul en las manos.
–Felicitaciones, jovencito, me place tu retorno y es una enorme alegría que traigas contigo la rosa azul. Es la última que queda en este sucio mundo. Antaño, un hermoso rosal crecía en aquella sección del bosque. Pero el odio hizo que el lugar se llenara de malos sentimientos. La pena de mi hermana, que daba rosas rojas, se acumuló tanto en la tierra, que poco a poco se fue marchitando. El dolor y la pena cambiaron el color de esta rosa, que fue tomando el azul de la pena de mi fallecida hermana –dijo Calitus.

15
-Es hora de que ella renazca aquí, junto a todos nosotros. La rosa azul nos recuerda el dolor que brota por tanta maldad, pero su belleza también nos hace ver que en este mundo existen seres buenos como tú, Snoram, hijo del bosque, que salvaste una vida exponiendo la tuya y que, en gratitud, esa criatura aparentemente indefensa te devolvió el favor. Así debía ser, esa era tu verdadera tarea y la hiciste bien. Eres un protector. Ahora ve y descansa porque tus tareas recién han comenzado.
Snoram estuvo atento a las palabras de Calitus, sintió pesar por la hermana ausente y lamentó su pérdida, mas la sensación de haber hecho algo bueno y haber alegrado con su comportamiento a Calitus lo hicieron sentir muy bien.

16
A la mañana siguiente hubo una reunión presidida por Calitus. Grisnor, Daloon y Turodd y los demás lobos estaban presentes e invitaron a pasar al frente a Snoram.
–Es tiempo de que tengas el presente más valioso de todos, hijo del bosque –dijo Calitus–, este arco y estas flechas están hechos con partes de los más ancianos del bosque. Deberás sumergirlas en las aguas de la laguna de Prístinos, y entonces serán imbatibles. Ahora, debes partir y encontrar al lobo niebla, llamado Bruma, que es uno de los más antiguos espíritus del bosque. Tu misión será cazarlo y hacerlo tu amigo, así tendrás al compañero perfecto. Pero no te equivoques ni lo ofendas, de ser así, créeme que será el peor enemigo que habrías querido tener. Bruma te guiará a la laguna de Prístinos, ve con cuidado, joven elfo.

17
Snoram partió de inmediato, tenía que viajar por lo menos dos días para llegar al territorio de Bruma. ¿Cómo haría para cazarlo sin que se enojara?, se preguntaba mientras caminaba.
Antes del anochecer, las nubes le anunciaron que llovería. Snoram buscó un refugio. Quiso entrar a una pequeña cueva, pero algo impidió su paso: era un enorme bulto que produjo un rugido terrible. Comenzó a correr desesperadamente porque era un oso enorme al que le había pisado la cara.
Llovía y apenas podía verse algo en la negrura del bosque. Snoram encontró otra cueva y se metió en ella lo más rápido que pudo. Había perdido al oso que lo seguía.
Mojado hasta los huesos y muriéndose de frío, Snoram decidió prender una fogata. Sacó un par de rocas de fuego de su mochila y un gran pedazo de cuero. La fricción de las piedras produjo chispas que cayeron sobre el cuero y lo prendieron.

18
Pero un viento frío llenó el lugar y el aire se hizo denso, Snoram oyó un aullido muy suave en el aire y como en sueños escuchó una voz que le dijo “saluda a tu nuevo compañero, mi pequeño”, y luego se desmayó.
Despertó con un resfriado terrible pero estaba muy bien abrigado, se sentía tan cálido que no deseaba levantarse, una tupida y blanca piel cerca de él le daba calor. Snoram se levantó y, al moverse, aquella piel se transformó en una espesa niebla.
Snoram comprendió quién era, pero no entendía por qué lo había salvado de morir de frío. El joven elfo sólo atinó a preguntar en voz alta:
–¿Eres Bruma?
Pero la niebla se alejó rápidamente y Snoram comenzó a perseguirla esquivando árboles y arbustos, y era como si estuviese jugando con ella. Así llegaron a un bello paraje del bosque donde una cascada caía sobre una pequeña laguna.

19
La bruma se fue transformando poco a poco en una forma vaporosa que se solidificó en un enorme y hermoso lobo blanco que, parado sobre una roca en medio de la pequeña laguna, miraba fijamente a Snoram.
De pronto, Bruma saltó, se colocó delante de Snoram y le lamió la mano.
–¡Sorprendido! –dijo Bruma con una imponente y gruesa voz –. Fuiste amable con mi pequeño hermano. Por eso seré tu amigo. Conozco la prueba que te impuso Calitus. A partir de hoy seré tu hermano –entonces soltó un poderoso aullido que sacudió todo el bosque.
Así fue como Snoram y Bruma comenzaron a andar juntos y así volvieron al hogar del muchacho, donde Calitus lo esperaba con otra misión.

20
–Snoram, ahora tendrás una prueba en la que necesitarás de la fuerza de Bruma para cumplirla. Debes traer el arco de Kaina, la reina de las amazonas que habitan en la ciudad de Jabalina.
Todos se sorprendieron, nadie podía poner un pie en territorio de las amazonas y sobrevivir. La reina Kaina era conocida por su gran orgullo y su severo trato a los hombres.
Snoram partió de inmediato.
–No te preocupes –le dijo Bruma–, algunas veces las soluciones llegan del lugar que menos imaginas.
Tras varios días de caminata, llegaron a una zona convulsionada. Snoram pudo ver a un gran ejército de amazonas y a unas criaturas mitad mujer y mitad pez en carruajes yendo muy apresuradas y ataviadas para la guerra.
Una de las amazonas, una joven de unos diecisiete o dieciocho años, se le acercó y le pidió su ayuda. Snoram sin pensarlo mucho dijo que sí. Bruma había desaparecido mientras esta conversación se daba.

21

La joven amazona se llamaba Caia, y al parecer era la que estaba al mando de todas. Esto dejó muy sorprendido a Snoram.
Juntos, amazonas, sirenas y un paladín de cabello blanco armado con un hermoso martillo mágico y protegido por una armadura, se dirigieron a la ciudad de Jabalina, donde una gran batalla se libraba.
Media ciudad estaba destruida. Había amazonas muertas y heridas por doquier, y unos extraños monstruos de pelaje rojizo parecidos a lobos pero parados sobre dos patas destrozaban todo lo que estaba a su paso.
Bruma cayó sobre una de las criaturas, y cuando esta la quiso atacar se volvió niebla. Aquellas bestias tenían clavadas muchas flechas en el cuerpo, pero no se detenían.
Ni las flechas de Snoram, dos de las cuales dieron en medio de la frente de dos monstruos, ni las amazonas agigantadas y sus golpes poderosos, ni el martillo mágico del paladín, ni el fuego que los incendiaba luego, detenían a esas bestias.


22

Las sirenas, entonces, dejaron de disparar sus flechas y entonaron una canción hipnótica. Esto pareció aturdir a los monstruos llamados dingos, que eran la última creación de los sirros para las fuerzas del mal. No los paralizó, pero sí los detuvo. Era como si les infundiera temor lo que les hacía sentir el hermoso canto de las sirenas y entonces retrocedieron.
Snoram le indicó a Bruma que cubriera la ciudad amazona con una espesa niebla pero que dejara un camino libre hacia fuera de la ciudad para que los dingos pudieran escapar.
Bruma lo hizo así. Los dingos, extrañamente espantados, salieron de la ciudad a trompicones, llevando encima las flechas, los golpes y las pieles quemadas: por fin la pelea había terminado.


23
Cuando todo parecía felicidad, la reina Kaina enfrentó a la joven Caia por haber traído hombres a su reino.
Caia no pareció sorprendida por la reacción de la reina. Se limitó a pedirle su arco porque era lo que le había prometido como pago por su valiosa ayuda a Snoram.
Snoram vio cómo Caia reunió a sus hermanas amazonas y a las sirenas que habían luchado con ella y se alejó del reino, seguida por el paladín.
Tras Caia, miles de amazonas dejaron Jabalina porque habían preferido seguirla y hacerla su reina.
Al salir de la ciudad, Caia le entregó el arco de la reina amazona a Snoram y le agradeció por su ayuda.
De regreso al bosque de Dellos, Snoram conoció a Lossen, un cazador como él.


24
Viajan juntos y se topan con una guarnición de grells a los que enfrentan confiados en sus habilidades.
La lucha tiene buenos resultados, pero de pronto dos señores de la peste llegan en auxilio de los grells y hacen retroceder a Snoram y a Lossen y los separan.
Más tarde, Snoram encuentra a Lossen casi sin vida y lo lleva al bosque, donde cree que pueden ayudarlo a sobrevivir, a pesar de que las leyes prohíben que los seres humanos salgan con vida de él.
Pero Grisnor y Calitus examinan la situación y tras una larga discusión llegan a la conclusión de que los tiempos están cambiando, que las fuerzas del bien comienzan a unirse para enfrentar a la maldad y que ellos deben también poner de su parte para alcanzar la libertad.
Finalmente, Lossen es aceptado como hermano de Snoram y es curado. A partir de ese momento se convierten en inseparables amigos.
Esta es la leyenda de Snoram, el joven elfo que fue aceptado en uno de los lugares mas temidos de la región y que se convirtió en, el hijo del bosque.