Libro 3


1

Valor en la oscuridad




Los espías de Thorak, el gentil señor de los orcos, habían descubierto que un gran ejército liderado por Oton, el hermano del gran general Orlando, se acercaba a la fortaleza de Khandanorc para destruirla. Con él venían señores de la peste y dos dingos, nuevas criaturas temibles.
Khandanorc estaba rodeada por una cerca de rocas y madera. En el pasado habían intentado destruir la fortaleza, pero los orcos aquí habían sido muy difíciles de vencer.
Hasta ahora.
Todo terminó en una sola noche. Khandanorc cayó ante las huestes de Oton. Los sobrevivientes huyeron por corredores secretos y se reunieron en un lugar acordado de antemano. Thorak quedó gravemente herido en una lucha con el mismo Oton, que lo hirió con un arma envenenada y Tabor, el valiente jefe guerrero, está ahora al mando.

2
En el interior del bosque, los orcos levantaron un campamento. El doctor que examinó a Thorak dijo que para curar su herida era necesario conseguir una planta que solo crecía en el otro extremo del bosque.
Neshak, el único hijo de Thorak, se ofreció para buscar esa planta.
-¿Estás seguro que quieres hacerlo? –le preguntó Tabor que tenía a Neshak por temeroso y poco guerrero- podría ir yo.
-¿Tú? Quién se quedaría al frente del campamento. Además, es mi padre.
Le indicaron entonces cómo habría de llegar. Le dijeron que encontraría dos caminos: el de la izquierda, el más largo, a través del bosque, no le daría problemas; el de la derecha, el más corto, a través de una caverna, era mejor no tomarlo porque nadie había regresado vivo de ese camino jamás.

3
Neshac había nacido con un gemelo a quien llamaron Tarok. Cuatro años más tarde, por una negligencia de sus cuidadores, Tarok salió de la fortaleza, se internó en el bosque y nunca más regresó. Desde entonces, el herido corazón de Thorak nunca ha perdido la esperanza de encontrarlo.
Neshak visitaba a un anciano humano ciego que vivía en la ciudad. Su nombre era un misterio, pero lo llamaban “el flautista”. Con él aprendió a tocar la flauta, el violín y a cantar lindas pero tristes canciones, así como a recitar bellas poesías.
El joven orco pasaba horas maravillado con las historias que el viejo ciego le contaba y lo prefería a las prácticas guerreras.
Aunque Tabor, el entrenador de armas del joven se había opuesto a esta amistad, Thorak mismo había permitido a su hijo escoger ese camino porque había descubierto que las nuevas melodías que el jovencito le tocaba le alegran el alma.

4
Cuando Neshac llegó a la encrucijada del bosque, tomó, como le indicaron, el camino más largo que lo llevó hacia un estrecho camino que bordeaba una montaña. Siguió por el sendero y un tiempo después se descubrió agotado. Decidió entonces protegerse para dormir y se acomodó en una cornisa en la que no debía moverse porque podía caer al vacío.
Tras unas horas de sueño prosiguió su caminata. Continuó por el estrecho sendero sin dejar de cantar hasta que comenzó a amanecer. A lo lejos divisó un terraplén y apresuró el paso, pero se produjo un desprendimiento de tierra. El angosto caminito por el que había estado caminando empezó a derrumbarse y de la parte superior de la montaña comenzaron a caer piedras. Saltó con todas sus fuerza para llegar a aquel espacio abierto, y lo logró. Neshak sabía ahora que por allí no podría volver, tendría que tomar el camino corto y terrible, y ahora sí estaba asustado.


5
Neshak jamás había salido tanto tiempo solo y nunca tan lejos. Se sentó en el suelo atemorizado y se quedó profundamente dormido.
Gaia se le presentó en sueños: “Despierta, pequeño, tu padre te necesita. No estarás solo, recuerda que para cumplir tu tarea no será una espada lo que uses, para vencer necesitarás calmar el espíritu de tu enemigo”.
El joven Neshak despertó más tranquilo y ahora con la mente clara, apresuró el paso. Al fin llegó al lugar donde crecía la planta que le habían pedido encontrar. Habían pasado dos días y ahora debía hallar el camino de regreso. Estaba oscureciendo, pero la luna daba luz suficiente.
Al cabo de una corta caminata, dio con la entrada a las cavernas. Se dijo a sí mismo que nada debía impedir que llevara esa medicina a su padre, aunque le costara la vida.

6
El interior de la caverna era húmedo, las gotas de agua caían de la parte superior de los muros llenos de musgo e insectos. El piso era lodoso y éste era cada vez más espeso. Había avanzado unos diez metros y ya la oscuridad era casi total.
En ese momento escuchó un débil gemido y se asustó pero no dejó de caminar. Era como si un vértigo lo atrajera, tenía una misión, tenía miedo, quería salvar a su padre, y ya no había marcha atrás.
Aquel gemido débil era ahora mucho más cercano, más y más cercano, y entonces creyó descubrir que el gemido era de un humano y que era de alguien que quizá agonizaba. Ya no era miedo lo que sentía ahora si no una gran curiosidad.
-No te asustes -dijo Neshak cuando descubrió que estaba al lado de quien emitía los sonidos.
Entonces pudo sentir los brazos delgados de esa criatura y el gemido dio paso a un llanto conmovedor.

7
Neshak no sabía qué era, pero algo lo abrazaba muy fuerte. El rostro de la criatura era suave como el de una mujer.
De pronto, la criatura lo soltó, el llanto cesó, las rápidas respiraciones que  emitía también cesaron. Neshak palpó el rostro de una chica pero sus cabellos eran extraños pues eran muy gruesos. A pesar que no había iluminación alguna, Neshak podía ver, como todos los orcos, muchas cosas en la oscuridad. Notó que la criatura no tenía piernas sino una larga cola. Era una gorgona, y tendría unos dieciséis a diecisiete años, como él.
Estaba malherida, desnutrida, se notaba que no había comido en días, y tenía una herida grande pero no muy profunda en el brazo izquierdo. Usó un poco de agua de su cantimplora, le limpió la herida y se la vendó con tiras de su propia ropa. Le dio de beber y eso la reanimó un poco. También le invitó algo de la comida que tenía en su alforja.

8
La Gorgona, ya con más fuerza, lo volvió a abrazar y volvió a llorar. Neshak no podía comprender por qué una joven se adentraría sola en esta terrible caverna.
Tal vez para calmarla, Neshak entonó una canción muy bonita y poco a poco la joven quedó profundamente dormida. El joven orco decidió quedarse con ella un momento más, no podía abandonarla. Al cabo de un par de horas la joven despertó, y agradeció a Neshak por ayudarla.
-¿Por qué estás acá?
-No tenía donde ir, mi casa y mi familia murieron cuando incendiaron la aldea donde vivía, tuve que huir.
-Tenías que haber ido a algún poblado.
-Lo intenté -respondió con dolor-, pero nadie me recibió. Me expulsaron de muchos lugares, porque no querían a una criatura como yo entre ellos. No encontré donde quedarme y solo pude vagar y vagar hasta que llegué a esta cueva y decidí acabar mis días aquí.

9
-Lo lamento, la gente a veces no sabe la que hace, ¿Cuál es tu nombre?
- Me llamo Dacia – dijo mientras lloraba en silencio
- Soy Neshak y te llevaré conmigo con mucho gusto si me lo permites-
-¿Y tú por qué estás aquí?
-Mmm, creo que vine por dos cosas: debo llevar una medicina a mi padre que esta muy enfermo y…
-¿Y la otra?- pregunto Dacia
-Y la otra era encontrar una amiga en el lugar menos esperado- dijo sonriendo alegremente.

En ese momento, una caravana de humanos se había aproximado al campamento orco para informar que una compañía de grells liderada por un señor de la peste se acercaba. Tabor desconfía de los ellos, pero decidió levantar el campamento y partir con la caravana de los humanos.

10
Sin que se dieran cuenta, el orco y la Gorgona eran seguidos por una oscura criatura hostil que, por alguna razón, no los había atacado. Neshak silbaba una melodía que retumbaba en las paredes y parecía iluminar con su belleza esos lúgubres ambientes.
De pronto, ambos muchachos percibieron un ruido y descubrieron a la criatura. Se tomaron de las manos y Neshak se puso delante de Dacia.
-Por qué dejaste de hacer esa música, te ordeno que continúes -dijo una voz tan ronca y cavernosa como la cueva en la que estaban metidos.
-Silva –le dijo Dacia.
Neshak se repuso del miedo y silbó. La criatura emitía ahora un sonido que se podía interpretar como de gran gusto.

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-¿Sabes quién soy?-  preguntó la criatura.
- No -respondieron ambos al unísono.
-Soy un Horror, mis hermanos y yo vivimos en este lugar, que ustedes se atrevieron a invadir.
-Discúlpenos, - dijo asustado Neshak- no era nuestra intención invadir su casa, pero mi padre está muy enfermo y necesito llevarle esta medicina para que se cure. Aquí encontré a la joven Gorgona, que había venido a morir…
-¡Silencio! Sé lo de tu padre enfermo y también sé que causaste el derrumbe del camino que te trajo hasta aquí. En cuanto a la gorgona, sé que había decidido a morir aquí dentro. Pero… vuelve a silbar antes de que haga cumplir la regla.
-¿Cuál regla?
-Nadie sale vivo de aquí…

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Neshak recordó entonces lo que Gaia le había dicho entre sueños: “necesitarás calmar el espíritu de tu enemigo”
Neshak cantó esta vez y puso atención a los sonidos que producía el Horror. Hizo más alegre la melodía y luego más triste. Notó que al Horror le gustaba mientras más triste fuera la tonada. Neshak siguió entonando las más tristes melodías pero una en especial fue la que pareció mover el espíritu del Horror.
-¡Detente, canta la anterior, esa es la que quiero escuchar una vez más, por favor!
Era sorprendente, pero era cierto: el Horror estaba conmovido y con una voz de dolor, un dolor muy grande y antiguo, expresó sus sentimientos.
Neshak cantó y los jóvenes pudieron oír un débil llanto.

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-Pequeño orco –dijo el Horror- me has dado algo que en milenios no había recibido. Un poco de compañía a mi pena. Más adelante te encontrarás con mis hermanos. El primero es terrible, un ejército no podría vencerlo, pero al igual que yo, una dulce melodía lo apaciguará. Adora la poesía así que tendrás una oportunidad si le gusta lo que le recites. Al final de la cueva estará mi hermano menor, él solo podrá ser calmado si le cuentas una historia que le guste, mientras una melodía suave debe ser tocada, si no los devorara sin pensarlo.  
Neshak cantó para el horror durante un buen rato y luego partió.
A medida que a avanzaban, el lugar iba poniéndose caliente. El suelo  quemaba y ambos sudaban a mares.

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Entonces ocurrió lo que esperaban.
-De aquí no pasarán, intrusos, van a desapareceeeer- dijo una horrible voz.
Pero Neshak hizo lo que se le había dicho y comenzó a cantar la melodía que había cautivado a la anterior criatura. Pero algo ocupaba al joven, que buscaba nerviosamente en su alforja. De pronto algo se le cayó y dejó de cantar por tratar de buscarlo.
-“Aaaaarghh, ¿qué haces? Por qué no cantas, los voy a.
Una dulce melodía cortó las palabras de la criatura que volvió a quedarse inmóvil. Neshak había sacado su flauta y la tonada que estaba tocando era la favorita de su viejo amigo y maestro “el flautista”. La criatura tenía una armadura roja como el fuego que comenzó a resplandecer.

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-Yo quiero esa melodía, la quiero Neshak -dijo la criatura que sabía el nombre del joven orco -enséñame a tocar esa melodía ahoraaa. Pero cómo podría enseñarle, no tenía mucho tiempo y enseñarle a tocar flauta tomaría al menos unas semanas.
-Yo aprenderé rápido, solo acepta. Lo que haré dolerá un poco pero no durará mucho, ¿aceptas?- preguntó la criatura con un tono serio.
-¡Acepto! –respondió el joven Orco.
La criatura levantó uno de sus brazos y el joven orco sintió un calor penetrante en la frente deslizándose dentro de su cabeza, no dolía, pero era incómodo, como cuando uno está muy afiebrado. Finalmente el calor cesó, y la criatura se hizo hacia atrás.
-Laa flautaaa- pidió la criatura y Neshak se la entregó. El horror tocó la melodía a la perfección, ante el asombro de ambos jóvenes.
El monstruo los dejó pasar tocando aquella dulce pero triste melodía que lo había cautivado.

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El calor comenzaba a desaparecer y ahora el camino comenzaba a hacerse muy frío, un frío que era cada vez peor, la más afectada era Dacia porque toda su cola estaba en el suelo y no dejaba de tiritar.
Neshak entonces la cargó. Conforme avanzaban el aire se volvía pesado y muy frío y cada vez era mas difícil caminar. Neshak se estaba cansando de cargar a la joven gorgona pero no podía dejarla. Dacia le dijo que por un momento la dejara en el suelo. Neshak no lo quería hacer, pero la insistencia de la gorgona era tanta que finalmente accedió. Dacia se hizo hacia atrás y se cubrió la cintura. Al instante, su cola había desaparecido y en su lugar había dos piernas. Las gorgonas, le explicó, podían tener piernas pero solo por corto tiempo.
- ¿Cómo puede ser eso posible? –dijo sorprendido.

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-Solo puedo estar así unas horas –dijo Dacia-, la verdad es que nunca antes lo había intentado.
-Pero no puedes caminar descalza aquí- dijo Neshak mientras se quitaba una prenda y la hacía tiras. Con ellas vendó ambos pies de Dacia a modo de calzado.
- Muchas gracias- dijo dulcemente Dacia.
Una terrible ventisca repentinamente comenzó a empujarlos hacia atrás. Avanzaban a duras penas. En el suelo se formaba nieve y hielo y los pies de Dacia, aunque cubiertos con las vendas, dejaban pasar el frío.
Sin detenerse y haciendo un gran esfuerzo caminaban haciendo sus pasos cada vez más lentos pero con mucha fuerza, aunque exhaustos ambos continuaron avanzando y una voz gruesa y tétrica, que venía del fondo susurraba “sólo uno pasara, solo unooo”. Era el tercero y último horror, el menor.

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La salida no estaba muy lejos, por que podían sentir el olor de las plantas húmedas más adelante y la tibia brisa del bosque. Pero este horror les decía que solo uno podía salir. Neshak estaba seguro de que lo lograría, pero una mano áspera y huesuda lo cogió por el cuello.
-No me engañarás como a mis hermanos, tu voz no me hechizará, nunca he dejado pasar a nadie por aquí, y hoy no será la excepción, una canción no los salvará, sin tu flauta y sin tu voz, nada podrás hacer, jajajaja ahora canta, canta...
Decía burlonamente, tanto esfuerzo para nada, pensó Neshak que comenzaba a sofocarse y sentía que pronto se desmayaría.
Pero de pronto una canción inundó el lugar, tenía notas muy tristes. El horror se desconcertó, pero poco a poco comenzó a soltar al joven orco. Neshak, al verse libre, se unió a Dacia en la canción y ambos la cantaron y la criatura retrocedió hasta un extremo y se sentó en el suelo, dejó sus armas, ocultó su rostro entre las rodillas y comenzó a llorar como un niño.

19
Entonces Neshak recordó que un cuento podía detener al monstruo y Dacia pareció pensar lo mismo y comenzó a narrar.
La historia que Dacia comenzó a contar no era otra que la de su propia vida. Relató su extraña niñez llena de misterios, la destrucción de su hogar, cómo fue despreciada y expulsada de las comunidades por su apariencia, el hambre que pasó. Su decisión de dejarse morir, y la ayuda que recibió de un gentil orco, y como pasaron las primeras dos pruebas de la cueva. El relato iba acercándose al final de la historia.
La historia de Dacia y el fondo musical que le ponía Neshak hicieron que el Horror se quedara dormido. Así supieron que podían salir de aquella caverna. Vieron a lo lejos una luz que debía ser la entrada a la cueva, era tan cálida, pero de pronto una fría y tenebrosa oscuridad los envolvió, como una densa neblina que impidió que se movieran.

20
-Tranquilos  -dijo una voz, era el primer Horror, lo reconocieron- no les haremos daño.
-Hemos venido a darles las gracias- dijo otra voz, la del segundo Horror
-Milenios habían pasado desde que no nos sentíamos así- dijo el tercero.
-Estamos en deuda con ustedes por revivir algo en nosotros que creíamos que nunca volvería a nacer. Lleven estos pendientes, así jamás nadie podrá hacerles daño. Los pendientes sólo pueden ser destruidos por nosotros y si alguna vez requieren de un favor, solo uno, ambos deberán llamarnos, devolvérnoslos y nuestra deuda estará pagada.
-Adios valiente Neshak, hijo de Thorak, gran señor de los orcos, pronto serás el orgullo de tu gente. Adiós princesa Dacia, hija de                      Danara, reina de las gorgonas de la cola de hierro del norte.

21
Los tres horrores se desvanecieron y la oscuridad que los envolvía se disipó. Ya no estaban en el interior de la cueva, sino en el bosque donde vieron que la salida de la cueva estaba sellada.
-¿Oíste? –dijo Neshak emocionado- dijo que enorgullecería a mi padre.
-Y dijo que yo era una princesa pero ¿cómo puede ser eso? Mi madre no era una reina.
Dacia tenía ahora muchas preguntas, la criatura le dijo que era del norte, así que decidió viajar hacia allá para descubrir algo más sobre su pasado.
-Yo debo ir con mi gente –dijo Neshak.
Se dieron un largo y fuerte abrazo.
-Sé que nuestros caminos se cruzarán algún día no muy lejano, lo siento en mi corazón- dijo Neshak.
-El mío dice lo mismo -dijo dulcemente Dacia, con una sonrisa.
Entonces se dieron un largo y fuerte abrazo y un corto pero dulce beso.


22
Dacia se quitó las vendas de los pies y volvió a su forma original.
Neshak todavía no había terminado su misión. Había perdido la cuenta de los días transcurridos, así que tenía que apresurarse. Corrió como nunca lo había hecho antes. Era extraño, pero ahora ya no sentía cansancio. Atravesó todo el bosque hasta llegar al lugar donde se hallaba el campamento pero ya no estaban allí, se habían marchado. Peor aun, había huellas de grells por doquier pero, no había señales de una lucha.
Simplemente el campamento se había desplazado y los grells habían llegado después y ahora los seguía.
Neshak siguió la dirección de las huellas y recordó que era el camino que conducía a la ciudad de Oderon.
“Padre, resiste, pronto llegaré”, pensó.

23
Atravesó un largo camino y cruzó el pequeño desierto de Felas habitado por insectos de tamaño colosal. Llegó el bosque seco y un olor penetrante lo detuvo. Eran los grells y su señor de la peste. Rodeó entonces el bosque de Oderon. Fue perseguido por Snaraks, criaturas mitad arañas mitad hombres, poco inteligentes que se alimentan de cualquier cosa: son malas corredoras, así que por más que lo intentaron, no pudieron alcanzarlo.
Atravesó a nado un lago donde vio a pescadores salvar a dos tritones malheridos. Orlando había ordenado el exterminio de los tritones. Los ejércitos marinos de Vesparianos, humanoides del mar, y Scran, humanoides con extremidades de crustáceos, casi los habían logrado.
Finalmente, llegó a las torres celestes de Oderon y cruzó las puertas de la grandiosa ciudad.

24
Tabor que vigilaba desde un balcón salió a recibirlo. El mismo rey Bogic de Oderon detuvo a los guardias que iban a detenerlo por no identificarse.
Tabor guió a Neshak hacia la habitación de su padre. Una comitiva de orcos y humanos discutían sobre la enfermedad del señor.
-Padre, lo logré, aquí está tu medicina.
Thorak abrazó a su hijo feliz por verlo con vida, sano y salvo.
Neshak salió a uno de los balcones y recordó a Dacia y sonrió.
Pero también recordó a los grells que venían tras ellos y a los tritones en el lago y se lo comunicó a Torak.
-Creo que el futuro de Oderon es también nuestro futuro –dijo Torak..
-Y quizá ese futuro dependa también de lo que ocurre debajo del mar... –dijo Neshak y en su pecho brilló el pendiente que los Horrores le habían regalado.